A lo largo de tres décadas largas de militancia política he aprendido de sobra que ganar es muy importante. No es que no lo supiera desde el principio, pero entonces había algunas otras cosas que importaban, además de la victoria. En las primeras elecciones en las que participé, repartiendo propaganda y pegando carteles, en 1977, ganar era muy importante, pero más importante todavía era que hubiera elecciones. Recuerdo muy bien el momento en que sentado junto a mi hermana y mis padres, frente a la televisión en blanco y negro que se habían traído al volver de Alemania, vimos con orgullo a Felipe González ocupar su escaño de líder de la oposición. Aquello nos supo a victoria, aunque no lo era.

En aquella ocasión ganó Suarez, y supongo que al ganar encontró que la victoria tiene muchas limitaciones, que una vez que has ganado descubres que no puedes hacer todo lo que creías que se podía hacer. Bien mirado, lo bueno de la democracia es que nunca se gana todo y para siempre. De entrada tienes que compartir el poder con todos los que estuvieron antes, incluso bastante tiempo atrás. Es decir, no sólo con el gobierno anterior, sino con el anterior del anterior, y así hasta bastante atrás. Todos esos gobiernos hicieron o dejaron de hacer cosas que ahora te condicionan: leyes, infraestructuras, acuerdos internacionales. Así que por mucho que tú estuvieras en desacuerdo, tienes que aceptar que todo eso que hicieron quienes te precedieron forma parte de la realidad de tu país, y la realidad tiene mucho poder, unas veces para bien y otras para mal. También tienen su poder los funcionarios, los medios de comunicación, las empresas, los bancos, los sindicatos, la patronal, la Iglesia y, por supuesto, los otros partidos, aunque hayan perdido.

Dicho esto, a pesar de todos sus inconvenientes, ganar es lo importante, porque si pierdes, entonces puedes hacer mucho menos todavía. Así que conste que desde hace muchos años no me sorprendo cuando los amigos y conocidos me preguntan por el resultado, en mi caso se añade que, además de responsable político soy sociólogo, con lo que la pregunta resulta doblemente pertinente. Sin embargo hay determinadas personas con las que tengo la sensación de que quien gane es para ellas no sólo lo más importante, sino lo único importante.

En su pregunta no se detecta la pasión del militante o del dirigente partidario, uno no percibe el interés del simpatizante o del ciudadano, sino la curiosidad fría de un observador ajeno a todo. Su única pregunta es: ¿vais a ganar? No parece interesarles ni qué pretendemos hacer, ni las consecuencias de la victoria de unos o de otros, sólo quién va a ganar. Es más, y aquí creo que está lo que me produce más inquietud, hablan como si el resultado sólo afectara a los partidos, a sus candidatos y a sus militantes, como si la cosa no tuviera nada que ver con nadie más.

Cuando uno está convencido de que sus siglas, sean cuales sean, representan un mundo más justo, mejor ordenado; cuando uno cree que su partido defiende a las personas más vulnerables, más necesitadas; cuando uno está convencido de que una derrota o una victoria significan infinitamente más que quién será el inquilino de La Moncloa por cuatro años; cuando uno pone trabajo, ilusión, años de vida y esfuerzo en la defensa de su causa, entonces esa curiosidad fría e indiferente por el resultado duele casi como una falta de educación.

El 20N ganarán o perderán el PSOE o el PP, pero no sólo, ganarán o perderán determinados valores sociales, distintas formas de entender lo que es bueno y lo que es malo; ese día además de los candidatos del PP o del PSOE perderán o ganarán sectores sociales enteros, otras muchas personas, incluidas las que preguntan por nuestro destino con fría indiferencia. No lo saben, no lo sienten, pero también se juega su destino y el de los que vengan, por mucho tiempo.

José Andres Torres Mora es diputado y portavoz socialista en la comisión de Cultura del Congreso