Los Montes de Piedad se remontan en España a 1702 cuando Francisco de Piquer y Rodilla fundó el de Madrid depositando un real de plata en una cajita de ánimas que aún se conserva. Era la forma moderna de hacer caridad cristiana. Pero realmente son anteriores. Conquistadores y misioneros corrían junto a financieros solidarios. Lo dicho, así somos.

Pues bien, esa historia tan importante y honda acaba de ser liquidada. Me refiero, claro, a sus consecuentes, las cajas de ahorros, más de la mitad del sistema financiero nacional.

En poco más de dos años, se han convertido en bancos y su espíritu fundacional y su práctica cotidiana como firmas sin ánimo de lucro y vocación social han volado. Todo, a manos de un Gobierno socialista. Si a la derecha se le hubiese ocurrido privatizar la mitad de la mitad de la mitad habría ardido España. Lo hace la izquierda y en el tendido palmas o silencio.

Desde la doctrina liberal, mejor bancos que cajas porque los propietarios son más identificables y, por lo tanto, responsables. Pero las cajas funcionaban en el mercado igual que los bancos.

La única diferencia era la politización –que va a seguir– y el consiguiente desastre: ahí está como máxima calamidad Caixa Catalunya, presidida por Narcís Serra, que fue vicepresidente del Gobierno, socialista, claro, y tuvo que salir por piernas porque sus chicos espiaban incluso al Rey.

Los socialistas guisaron las cajas, se las comieron y colorín y colorado a una historia social centenaria. Hasta la próxima merienda.