Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Cristi y la Ascensión del Señor». Ya hace unos cuantos años, pero no tantas décadas, que el ripio era vigente en los usos y costumbres de la sociedad española. Y tampoco hace tanto que el jueves de Corpus era festivo en todo el país, y a pocos se les hubiera ocurrido que dejara de serlo. Sin embargo, ya hace tiempo que el festejo se cayó del calendario general y quedó a la libre opción de autonomías y municipios, sin que por ello se hundiera el mundo. ¿Se hundiría si también se convirtiera el laborable la fecha del 8 de diciembre, que celebra la proclamación de la Inmaculada Concepción de María?

Así lo propone la CEOE en un documento de trabajo sobre la racionalización del calendario festivo español. Establece la supresión de la mayoría de «acueductos» a cambio de potenciar los fines de semana largos, pasando algunas fiestas al lunes más próximo. Alega que macropuentes como el que se avecina en diciembre son un atentado a la productividad. La propuesta reduciría las fiestas de alcance general que se celebran en su fecha a Viernes Santo, Hispanidad, Constitución, Navidad y Año Nuevo. El resto se desplazaría al lunes más próximo, o se eliminaría.

La idea de fondo parece buena, pero quizás los sindicatos encuentren un sesgo muy patronal en la afectación del Primero de Mayo, símbolo de tantas décadas de movimiento obrero. ¿Se pretende con ello diluir aún más la ya muy delgada participación en las tradicionales manifestaciones? En cambio, la propuesta mantiene vigente la anomalía española de celebrar dos fiestas nacionales separadas por apenas dos meses: el 12 de octubre y el 6 de diciembre, la primera como «Día de la Fiesta Nacional», en una expresión un tanto extraña, y la segunda como «Día de la Constitución».

Tal duplicidad nos hace ver que el Estado español tiene todavía algunas dudas sobre el origen de su legitimidad: ¿Deriva de la Hispanidad, de la «patria que supo seguir sobre el azul del mar el caminar del sol», en versos de Pemán para la música de la Marcha Real, letra oficiosa del himno en el primer franquismo? ¿O se fundamenta en la carta magna, obra democrática contemporánea, expresión de la soberanía popular? Habría que aclararse, aunque el hecho de que las Fuerzas Armadas desfilen la primera de las dos fechas nos da algunas pistas al respecto. Tal vez el necesario debate sobre el calendario festivo y sus puentes movedizos brinde la ocasión de aclarar dudas tan metafísicas. O tal vez la decisión final sea la de dejar las cosas más o menos como están, para no pisar ningún callo.