La Catedral de Málaga es una de las joyas arquitectónicas más valiosa de Andalucía. Fue construida entre los siglos XVI y XVIII sobre la antigua Mezquita Mayor existente en la ciudad islámica en el momento de la reconquista por los Reyes Católicos, en el año 1487. Para los cristianos es el primer Templo de la ciudad y su denominación completa es Santa Iglesia Catedral Basílica de la Encarnación (S. I. C. B. E.).

Está declarada Bien de Interés Cultural (BIC), por lo que cualquier intervención que se quiera llevar a efecto debe contar con la autorización previa de la Consejería de Cultura, y es el monumento más visitado de Málaga para orgullo de los malagueños.

La torre norte se eleva hasta los 84 metros de altura mientras que la torre sur está sin terminar, y aunque se cree que el dinero se utilizó para ayudar a los Estados Unidos durante su independencia, hay investigaciones que concluyen que se empleó en el acondicionamiento del Camino de Antequera. Sea el motivo que fuera, la realidad es que nuestra Catedral está inacabada, por lo que popularmente recibe el sobrenombre de La Manquita, y ello es motivo de polémica. Hay personas que opinamos que hay que terminarla conforme se proyectó en los planos originales, mientras que hay otras que piensan que hay que dejarla tal y como está.

Soy partidario de que se termine la segunda torre porque entiendo que una obra inacabada es un fracaso, y no puede convertirse en seña de identidad para Málaga, aunque nos hayamos acostumbrados a verla así, sin terminar. Aunque seguramente no sea el momento más apropiado para plantearlo, porque la crisis debe llevarnos a priorizar otros objetivos, su construcción podría ser un importante revulsivo para Málaga, que serviría de reclamo turístico e incrementaría la autoestima de los malagueños.