Ya en el siglo XIX la gente gritaba ¡Vivan las cadenas¡ y alguien pronunció aquello de que marchemos todos unidos por la senda constitucional. En ambos casos, Fernando VII por medio, unos y otros, pueblo y políticos, les habían visto las orejas al lobo.

Para conquistar las libertades individuales y públicas la humanidad ha luchado y sigue luchando afanosamente y millones de personas han perdido la vida en las guerras que se han librado y se siguen librando contra los totalitarismos, sean del signo que sean. Porque el estado natural del hombre es la libertad, éste ha luchado siempre por conquistarla antes de tenerla y por mantenerla después. Pero todo esto se está yendo al carajo porque esa entelequia instituida por la economía y que llamamos mercados se está apoderando de todos los resortes del poder. Y digo de todos.

El presidente del Santander ha dicho que la culpa de la crisis económica la tienen los políticos. O sea que los de Lehman Brothers eran políticos, que la expansión artificial del crédito y la descabellada política financiera de los banqueros, como Botín en la época de vacas gordas, era también culpa de la política. Cierto, pero la de ellos, los banqueros que prestaron el dinero alegremente aquí y allí sin atender a un factor sagrado en la banca que es el riesgo. Y ahora les echan la culpa a los políticos, que también tienen otras culpas, pero no todas. Entre otras culpas haberlos dejados solos, que hicieran con la economía lo que les vino en gana. Los banqueros, los que mandan en los mercados y en la economía global nos echarán luego la culpa a nosotros, a los chinos, a los árabes, y cuando ya no les quede nadie habrán conseguido su objetivo: obtener también el poder político. Es la tentación de la inocencia.

Cuando el individuo cede ante el poder soberano, en aras de un interés general, está perdiendo voluntariamente parte de su libertad y de su autonomía. Ese es el juego democrático. Pero ahora es el Estado el que está cediendo su poder soberano a un viejo poder que siempre influyó en la política pero pocas veces se apoderó de ella: el poder económico. Ahí entonces tenemos a las agencias de calificación y a los llamados mercados que están ya rigiendo los destinos de millones de personas ante el apabullamiento general de los políticos gobernantes que se dejan marcar la agenda por los poderes económicos. Claro, ahora ya no les queda más remedio. Ya es tarde. Aquello de la economía de libre mercado, de que había que dejar a la economía que se rigiera por sus propias normas, aquella reivindicación de la independencia de las leyes del mercado nos han traído estos lodos. La clase política internacional sí tuvo la culpa de hacerles caso, dejarles que hicieran lo que quisieran sin control alguno para ahora, tener que luchar por deshacer los entuertos a donde nos han llevado los señores del dinero.

Y esto no va acabar así. Todos lo sabemos. Ya en Italia los ciudadanos sumisos han aceptado salir del infierno admitiendo a un tecnócrata de primer ministro, a un no-político que no ha sido elegido por los ciudadanos sino por los mercados. Luego vendrán otros y así sucesivamente el orden mundial habrá cambiado considerablemente cuando los políticos, que más bien o más mal, nos representan y los hemos elegido nosotros libremente, serán sustituidos por apéndices de los poderes económicos, porque estos saben que cuando todos estemos con el agua al cuello entonces admitiremos cualquier salvador aunque para ello tengamos que renunciar a todo lo que sea para sobrevivir. Cuánto me recuerda esto a la Alemania de Hitler de 1933, cuando un pueblo entero se echó en brazos de un dictador a cambio de que le resolviera la situación de paro y de profunda crisis económica y de empleo. Y luego vino lo que vino.

Estamos en vísperas de una involución revolucionaria: el poder político será desalojado por el poder de los dueños del dinero. Hasta aquí dominaban la economía y ahora quieren, y lo van a conseguir, el dominio del poder económico y la docilidad absoluta de la población. Ya la estamos padeciendo. La gente acepta el pago de media jornada aunque haga jornada completa, acepta empleos denigrantes, renuncia a la dignidad en el trabajo, está perdiendo su capacidad de queja colectiva, en definitiva, claudica ante la lucha por el pan. Es humano y comprensible y los que mandan en la economía mundial lo saben y por eso han llevado esto al pudrimiento para que así les sea más fácil dominar a las sociedades maltrechas que harán con docilidad lo que les pongan por delante, porque como dice Serrat en una de sus canciones, lo que importa es sobrevivir por muy alto que nos pongan el listón. Y en eso estamos.