Ahora es el Museo del Prado. La campaña de los dos grandes partidos en Málaga de cara a las próximas elecciones autonómicas se centra en los últimos días en una ocurrencia que, se supone, surgió de un encuentro entre Arenas y Wert y que pasa por convertir al edificio de la Aduana en una encomienda del emblemático museo madrileño en nuestra ciudad. Dicen los del PSOE que su Bellas Artes y Arqueológico, al que llaman Museo de Málaga, ya cuenta con más de un centenar de obras prestadas por el citado museo, no sé si dando a entender que la marca Museo del Prado no le añadiría ningún valor. Si se trata de ningunear la idea, desde luego que no parece la forma más convincente. Si su Museo de Málaga abandonado en el edificio abandonado de la Aduana, se llamara Museo del Prado de Málaga algún día, que tuviera cien o doscientas obras prestadas por el citado museo, sería lo de menos. A mí el Prado en Málaga no me sobraría nunca. Aunque sólo fuera por el logo y un cartel en la puerta aduanera. Lo comparo con lo de las joyitas municipales o con el gran acto cultural del año, la exposición de la copia de la tela radiactiva medieval, y lloro tras una carcajada nerviosa y preocupante.

Lo único que me irrita de esta idea museística es que consuma el debate político a menos de un mes de unas elecciones en una ciudad con 125.000 parados sobreviviendo a su prestación por desempleo y otros 125.000 muriendo de indignidad sin ella. Mal de muchos ya no consuela ni a los más tontos. Y menos aún cuando el que vota es el ciudadano andaluz, el más deshonrado de todos los nacionales por esas cifras del desempleo –32%– que casi doblan a los de Madrid, La Rioja, Galicia, Asturias, Castilla y Leon –18%– o Cataluña –20%– y que lo hacen ampliamente con respecto a los aragoneses –16%–, cántabros –15%–, navarros –13%– o vascos –12%–. Baste decir que la tasa de desempleo en España según la EPA del último trimestre era del 22,85% pero sin Andalucía sería del 17,5%. Pues bien, a pesar de esta vergüenza patriótica o regional, según haya calado en cada uno el mensaje de Blas Infante, los políticos andaluces que optan a gobernarnos durante los próximos cuatro años ni mencionan el problema particularizado del empleo en Andalucía, más bien al contrario tienden a enmascararlo en la maraña de datos macroeconómicos de la crisis a nivel nacional, europeo o mundial. España está en crisis, sí, pero Andalucía apechuga con esa, en la parte que le toca y además soporta la propia, estructural y decimonónica. En Andalucía se llevan haciendo las cosas mal desde hace mucho tiempo. Desde que se empezaron a pintar los cuadros en los que se quieren especializar con el Prado de la Aduana, por lo menos. La filoxera llegó en el S. XIX a toda Europa. En otros sitios se superó, en Andalucía y en Málaga la filoxera también, lo que no hemos conseguido aquí es salir aún de ese siglo XIX. Seguimos con el monocultivo.

Andalucía en general y Málaga, que nos toca más, debe de salir de ese empeño absoluto en intentar salir de la crisis a costa, única y exclusivamente, del turismo. Es de perogrullo. Hay que fomentar la creación de nuevas vías, nuevos tejidos, en los que las tecnologías, la investigación y las industrias productivas tengan algo que decir, aunque sea a largo plazo. Pero para poder ser deben de iniciar su andadura en algún momento. Y me parece a mí que los que deberían de fomentarlo a través del gobierno autonómico seguirán posponiéndolo en favor de los museos y los cruceristas, cada uno con un pan, dos jamones, tres vacas y cuatro limosnas bajo el brazo. Que ni aún así, daría para todos.

Hace treinta años, Andalucía era una de las regiones más pobres de España. Hoy lo sigue siendo, lo que no deja en muy buen lugar a los que nos gobernaron. Pero los nuevos pretendientes, ¿qué nos ofrecen? Más madera. Dice Arenas sobre la posibilidad de un Museo del Prado malagueño que «es una oportunidad para incrementar el empleo a través de cultura».