Tres míseros meses han bastado para definir la locura y algarabía que en España llevaba almacenada, al parecer, desde hace mucho tiempo. Tres meses en los que el descontento de la población ha ido en aumento, acompañado como no, de su fiel amiga la polémica.

Una reforma laboral y otra financiera, drásticas donde las haya; nueva ley y sistema de educación; una compañía aérea quebrada por la falta de fondos públicos; destitución de un importante juez del Supremo y corruptos que quedan de momento libres; escándalos en la realeza y para terminar, una especie de manifestación que acabó en batalla campal en Valencia protagonizada entre estudiantes y cuerpos de Seguridad del Estado, que algunos, con un toque de humor, ya se han atrevido a bautizar como la primavera valenciana.

Todos sabíamos, desde un principio, que un nuevo gobierno iba a cambiar las cosas, pero lo que nadie atisbaba a ver era el revuelo que se iba organizar ¿o acaso sí se veía? Cierto es que estamos en crisis, y eso nadie lo pone en duda y todavía más cierto es que algunos sacrificios nos iba a tocar hacer para salir del paso, aunque no nos gustase. Nos quedan cuatro calientes años, en los que seguir haciéndonos los sorprendidos no va a servir de nada aunque si el bosón de Higgs aparece puede que cambie el cuento. Avisados quedan.

Del caballo de bonanza al caballo de batalla (José Alberto Salido Villarón. Málaga)

La solución a la crisis era una cuestión de confianza, según Rajoy; cosa que se solucionaría en cuanto él gobernara. Pero está ocurriendo lo contrario; en Europa le exigen que explique dónde se ha producido la desviación del déficit del 6,6 al 8,5% y porqué se ha producido, ya que existen tres o cuatro CCAA, alguna del PP, que no están de acuerdo con las cifras dadas por el Gobierno. ¿Cómo se van a fiar de un país que alega un déficit del que ni ellos mismos están de acuerdo y que decían no conocer para no aporta un presupuesto esperando unas elecciones?

Cuando el gobierno de ZP hizo unas reformas en contra de su filosofía, que fueron aplaudidas por Europa, el PP no la apoyó por interés partidista.

Ahora Europa no se fía porque no se puede lidiar con tramposos y le exigirán más y mejores datos, como qué recortes piensa hacer, en qué administraciones, etc., o sea más control, con pérdida de la marca España.

Para continuar trampeando ahora quiere mostrar la imagen de que él se impone en Europa, cuando en realidad tiene el crédito perdido.

Cuestión de confianza. (Pedro Gómez Palacios. Torrox Costa)