Las críticas recibidas por el episodio de la reforma laboral, cuando la ecuanimidad, mesura y justicia que anunciaron el presidente y sus ministros al enseñar su contenido fueron tachadas desde la calle de simple atropello, ha conducido al Gobierno a la rectificación. Si el responsable de la Hacienda pública, Cristóbal Montoro, había anunciado que se pondría en marcha un plan para facilitar que los acreedores de las entidades locales cobrasen lo mucho que la Administración les debe, el Consejo de Ministros puso la letra pequeña a tan benéfico propósito. Los empresarios que renuncien a buena parte de lo que se les adeuda cobrarán antes. «Antes» es un adverbio de tiempo que sólo indica que habrá quienes cobren después pero, en ese contexto, significa que a quienes se empeñen en recuperar todo lo que se les debe, que Dios les ampare.

El duro trance de gobierno logra así el equilibrio. En un principio eran los trabajadores los que se veían abocados a cobrar menos, los que aún cobren algo, y a dejar para los idus de marzo los empeños vanos de salir del paro por lo que hace a los que siguen en él. Ahora serán los comerciantes los que les acompañen camino del matadero (aquellos que no hayan echado ya el cierre ante los meses e incluso años de demora acumulada en el pago de las facturas pendientes). Se trata por igual de un rasgo de ecuanimidad, mesura y justicia, idéntico al de antes.

Ecuánime resulta el repartir con la mano izquierda las hostias que proporcionó antes la derecha. Mesuroso es un gesto que llama pagar al no pagar, repartiendo así con criterio de equidad las cargas semánticas. Muy justo terminará por parecernos el que vayamos todos juntos cogidos de la mano en el trayecto hacia las órdenes mendicantes, que son las únicas agrupaciones con perspectivas de futuro. Y, por añadidura, de esa forma habremos dado un paso adelante en la reconciliación entre las clases sociales.

Un punto de vista equivocado veía en el comercio una actividad especulativa y nefasta frente a lo industrioso de la cadena de producción. Menos mal que ahora sabemos que no es así. Los comerciantes fueron quienes tejieron la ciudad moderna fundamentando ese estrato social que ocuparon hasta ayer mismo las clases medias. El comercio fue el primer escalón capaz de conducir desde el mercado medieval hacia la red articulada de relaciones sociales superando reinos de taifas y obispados guerreros para llegar al Estado hobbesiano. Aunque no lo parezca, fue ése un camino paralelo al que nos condujo hacia la Ilustración.

Quizá por eso, nuestro Gobierno se ha empeñado en rebajarle las ínfulas a los comerciantes por el sistema bien acreditado de hacer que desaparezcan. Tanta ecuanimidad, mesura y justicia habrá de redundar en que ya no quede nada más que esquilmar en el reino, situación idílica donde las haya porque, desaparecidas las tentaciones, sólo queda sitio para la contemplación virtuosa.