Laura y Cristóbal hablan. Ella no sabe que la están grabando. Él sí, porque es quien ha decidido grabar la conversación. Laura es guapa, decidida y tiene uno de esos másteres que caracteriza a esa generación de jóvenes sobradamente titulada que no logra incorporarse al tejido laboral. Ella sí lo ha hecho. Ha llegado con apenas treinta años a presidenta de su compañía. Ahí es nada.

-¡Laura!... ¿cómo voy a hacer eso?

-Aquí sabes cómo se trabaja... Si me comprometiera con la ética no estaría trabajando en esta organización…

La organización se llama Invercaria, financiada con dinero público para fortalecer y modernizar el tejido empresarial andaluz. Esta conversación entre ambos y otras han sido publicadas, alguna incluso antes de ser denunciadas por el PP ante el juzgado. La barahúnda mediática actual establece que ciertos asuntos, como las conversaciones grabadas que supuestamente beneficiarían la estrategia electoral de los unos o de los otros, suelen ser entregadas por quienes de los unos o los otros las obtienen a medios de comunicación cuya línea editorial es considerada afín por esos mismos unos u otros, y por los demás, entre los que están los lectores de todo pelaje y más o menos inscritos a una tribu o a ninguna.

Otras veces se distribuyen a los medios discriminadamente por otras razones, y algunas se entregan a todos indiscriminadamente con la única pretensión de que se informe sobre su existencia. Dicho esto, en estas líneas no vamos a entrar en la intención más o menos oculta de la entrega de estas conversaciones a unos determinados medios en campaña electoral, ni a analizar si en verdad están más o menos cortadas en su integridad, o han sido manipuladas con intención electoral en este asunto de Invercaria que ya se está investigando de manera separada al caso de los ERE, etc. Lo que me resulta interesante destacar, al margen de las frases incontestables que son pronunciadas entre jefa y subalterno, frases que tienen el requerimiento de la Cámara de Cuentas como origen de la conversación, son los dos perfiles que muestran sus protagonistas, producto del momento social, político y cultural al que pertenecen.

Por lo que a él respecta -Cristóbal Cantos, director de Promoción de la entidad en el momento de las conversaciones -, presionado por su jefa para hacer unos informes falsos, sorprende la determinación de grabar las conversaciones, por si la cosa se ponía fea y le salpicaba más tarde.

En cuanto a ella -Laura Gómiz, presidente de Invercaria-, inquieta su ambición y su aparente amoralidad, aún en la edad en la que se supone que la vida no te ha hecho dejar de creer que un mundo mejor es posible, ni pensar que Imagine es sólo una canción folclórica y naif de Lennon.

Sin necesidad de reformas laborales, ya hace tiempo que todo esto que hemos ido fabricando producía monstruos que, puestos a asustar, dan miedo.