La pregunta que hay que hacerse sobre la polémica de los másteres que cursan algunos privilegiados políticos malagueños en el Instituto Internacional San Telmo no es saber de qué fondos procede el dinero para financiarlos, como se empeña en promover demagógicamente el PP –porque el origen de ese dinero siempre es público, es de todos, y de eso estamos hablando–, sino cuál es el nivel real de formación de muchos de nuestros representantes públicos y cómo llegan a donde llegan con currículos desnutridos, cuál es el mecanismo que los impulsa hasta el sillón de mando. Es, desde luego, legítimo alcanzar un cargo electo y ejercerlo sin estudios y hay casos de magníficos gobernantes, ejemplos de superación y de gestión, pero son excepciones con un especial sentido de la responsabilidad y del servicio público. Lo razonable es pensar, como se hace en la empresa privada, que a más alto grado de formación se puede esperar un mejor resultado.

Un estudio de dos profesores del Departamento de Economía y Empresa de la Universitat Pompeu Fabra demuestra la relación entre el nivel de formación de los líderes políticos de un país y su desarrollo económico. La principal conclusión del trabajo es que los países gobernados por líderes con formación universitaria prosperan más que los gobernados por políticos sin formación académica superior. Ni que decir tiene que ocurre lo mismo en las demás escalas, es decir, con los cargos políticos de las administraciones de rango inferior.

Las acusaciones de oportunismo y despilfarro con las que se están regalando estos días el PSOE y el PP para sacar réditos electorales inmediatos, finalmente acaban en una espiral que les salpica a todos ellos, desprestigiando aún más su papel en la sociedad y a las instituciones a las que representan.

Y resulta inevitable pensar en sus orígenes, en cómo algunos de ellos cuando eran jovencitos –cachorros y juventudes– se matricularon en la Universidad y pronto la abandonaron para formar parte del aparato de un partido. Un refugio en el que permanecen pacientemente unos cuantos años hasta que les llega la hora y se colocan. Con el tiempo y los procesos electorales llegarán otros y entonces se irán, eso sí, con los másteres hechos y el expediente rollizo a cargo del erario público. La regeneración de los partidos debería ser algo más que la sustitución de las viejas glorias por gente más joven, además de eso es necesario subir un poquito el listón, el nivel de exigencia y mejorar el criterio de selección. De otra manera, no podremos esperar grandes avances sociales ni económicos promovidos por algunas de nuestras ilustrísimas.