Bombazo. Los sindicatos convocan y ahora habrá que ver quién secunda. Realmente se la juegan, aunque, en realidad, pase lo que pase, a ojos de CCOO y de UGT la huelga siempre será un éxito. Ya puedan ir cuatro gatos. Multiplicarán y listo. Todos los presidentes de la democracia, salvo Calvo Sotelo, que apenas si estuvo año y medio en La Moncloa, han sufrido en sus carnes una huelga general. Rajoy asistirá a la primera cuando apenas si lleva 27 semanas en el Gobierno. Un voto de confianza a su gestión, sin duda, si me permiten la ironía.

Hay que desempolvar las banderas. Quitarle las telarañas a las pancartas. Recuperar el gusto por la protesta. Oigan, que lo veo bien. Que es un derecho constitucional. Algo necesario. Pero a su tiempo, pienso. Que llama la atención el silencio de antes con el ruido de ahora. Canta y huele a chamusquina. Y lo digo por los sindicatos, que tienen que velar por los trabajadores siempre, si es eso a lo que se dedican, claro. Lo siento, pero creo que es todo mentira, una cortina de humo y que este país, ahora mismo, lo que menos necesita es una huelga general, sin estar de acuerdo con la reforma laboral impuesta por el Gobierno.

Al fin y al cabo Rajoy se lo olía. Es más, llegó a reconocerlo ante sus homólogos europeos, cuando fue pillado por un micrófono indiscreto. Pues ya está: ya tiene su huelga general. Ahora a digerirla. Ver cómo paralizar la actividad productiva del país un solo día puede suponer la pérdida de 4.700 millones del PIB y de 385,7 millones de cotizaciones sociales para las arcas públicas. Lo mejor para salir de la crisis. No es demagogia. Son cifras objetivas, lo que ha pasado en anteriores huelgas. Claro, que Zapatero esperó casi siete años para vivirla. En el fondo creo que estaba impaciente, que se sentía desplazado pese al amor incondicional mostrado por los sindicatos.

Llevamos tres domingos consecutivos celebrando ensayos generales en Málaga de lo que puede ocurrir el próximo 29 de marzo. Sólo pido una cosa: ejerzan su derecho con libertad, con espíritu crítico, con solvencia democrática, con todo el entusiasmo del que sean capaces, pero respeten también a los que, como yo, quieran ir a trabajar. Si no es mucho pedir.