Cuando tanto te necesité... Tarareo aquella canción de El Último de la Fila de hace ya muchos años. Los sindicatos han convocado una huelga general como método de protesta. Más o menos sonaba el tema con el que inicio estas líneas cuando ya no acudí a la segunda huelga general que podría haber secundado en mi vida laboral. Cualquier sindicato, por propia definición de su naturaleza, no puede pretender otra cosa que el inmovilismo en situaciones difíciles en las que, en efecto, el trabajador se queda en paro porque la empresa se hunde. Si por la acción sindical fuese, aún estaríamos pagando aquellos desmoronados altos hornos, los astilleros a lo grande y aún subvencionamos que se siga extrayendo carbón de las cuencas norteñas sin que ello signifique más que déficit público. Nadie acepta su propio sacrificio y a nadie se le puede reprochar que no quiera romper de una pedrada su propio tejado, pero el mundo gira y esas vueltas tampoco se detienen.

Los sindicatos en general aún escriben discursos anclados en el siglo XIX cuando se podía grabar en cine la salida de los obreros de una fábrica, una multitud que elaboraba productos para sus propias fronteras. Había que mejorar las condiciones de vida del proletariado. Ahora aquel proletariado de pico y pala se saca en un mes de obra lo que el teórico burguesito de oficina no cobra en tres. Busquen un fontanero en domingo, decía Woody Allen, y verán cómo existe un dios. Nadie detiene el deambular del planeta y esta vida se pliega ante la fórmula de oferta y demanda, guste o no. De aquella lucha sindical decimonónica, entonces sangrienta, llega hoy la prosperidad de las sociedades desarrolladas. Los calendarios marcan el siglo XXI a la vez que el mundo globalizado, intuido por Marshall McLuhan, pero sólo para la competencia de precios no para los derechos laborales.

El mapa productivo mundial concentra las grandes manufacturas en Oriente. El impulso a las barricadas que se promulga desde ciertas fuerzas políticas y sindicatos no parecen tener mucho sentido en Occidente. Y en China no son capaces. Una huelga general no va a modificar ninguna de las causas que ha hundido a la sociedad española en esta crisis y sólo ensucia más aún la imagen de España, factor clave para exportaciones, turismo, inversiones desde el exterior y préstamos al Estado. En tejado propio nadie se apedrea; en ajeno...

Corretean por la red consignas sobre cómo justificaremos a nuestros hijos que no protegimos sus derechos. A ver quién les explica cómo sus padres alcanzaron esta ruina tras la prosperidad. Cualquier solución que se adopte por parte de cualquier gobierno será dolorosa. Ya sólo se trata de que las cuentas de la sociedad española en su conjunto sobrevivan. Las preguntas se pueden cargar con balas de distintos calibres. Los mismos líderes sindicales que ahora convocan las huelgas permanecieron impasibles ante un crecimiento canceroso de los contratos en ayuntamientos, diputaciones, mancomunidades, en las llamadas empresas públicas, en autonomías y en administración central, antepenúltimo escalón de esta subida hacia el cadalso en que se ha convertido el gasto del Estado en su conjunto. Un sindicato es un agente social con responsabilidad en todas las situaciones por las que transite este grupo de ciudadanos que se llama España. ¿Pensaban los sindicatos con sus mandos y videntes que el tirón del ladrillo continuaría hasta convertir la Península Ibérica en una fotocopia de Manhattan? Nadie apedrea su tejado. Ahora disponemos de miles de albañiles sin capacidad de reciclaje, un Estado que no puede invertir en creación de empleo y demasiadas familias que se hipotecaron más allá de lo razonable. Por todos los buzones llegaba la tentación del crédito rápido, los políticos encendieron los puros de su poder con billetes y los sindicatos sus cigarrillos proletarios con subvenciones y otras podredumbres del sistema como por ejemplo los consejos en cajas de ahorros y otras instituciones. ¿Quién tendría la honradez moral y la estupidez personal de protestar contra estas fiestas de hace dos días? Ahora han cortado la luz en la discoteca. ¿Dónde estabas entonces, cuando tanto te necesiteeeeé?