Más que poner la sanidad en manos de economistas habría que poner la economía en manos de viejos galenos, de aquellos que lo primero miraban si el enfermo tenía apetito, o el convaleciente lo había recuperado. Cuando se había perdido el apetito la cosa no pintaba bien. En el sistema, que es un organismo, cada vez manda más el apetito, o sea, el consumo. Poco antes de la crisis Zapatero cerró un congreso del PSOE diciendo a los delegados «¡ah, y no os olvidéis de consumir!», y muchos nos escandalizamos, pero el de León sabía lo que decía. Sin ganas de consumir, la economía, tal como está montada, no puede funcionar, y esto no depende sólo de que haya más o menos dinero, sino de las ganas en sí. Con mucho miedo encima se van las ganas, y cuando el miedo se le mete a uno en el cuerpo tarda en irse, con lo cual no vuelve el apetito. Un médico de los de antes sabía qué hacer en esos casos.