Arenas rechaza el debate con Griñán en Canal Sur. Tal vez esto quede en una anécdota cuando llegue el 25 de marzo. Si saca absoluta. Pero tal vez, si como dicen algunos sondeos, el PP gana pero sin margen notorio, si se queda a, por ejemplo, un solo escaño de ella, tal vez entonces algún asesor tenga que pronunciar -si le aconsejó debatir- la a menudo odiosa pero certera frase que todo el mundo ha soltado alguna vez como un escupitajo: «Te lo dije». O sea, que podría darse el caso de que los resultados arrojasen (nada más que por un puñadito de votos) al PP a la oposición y sea entonces cuando Arenas lamente tal vez para los restos el no haber acudido a ese debate, que podría haberle beneficiado o haberle dado alas y alzas y por tanto un puñado de miles de sufragios decisivos. Pero se siente seguro del resultado de la jugada denominada «no debatir ni harto vino». Porque es una jugada en la que no sólo la fía al resultado, sino también al camino. A la interpretación que de ella se haga. A cómo jalee el personal las invectivas que de paso y a tenor de esta polémica le endosa al PSOE, a Canal Sur y seguramente no al obispado de Madrid-Álcalá porque no se le ha ocurrido.

Arenas no debate y pone como excusa a «La nuestra», a la que acusa de parcial y sectaria pero no propone otro foro, una radio, otra emisora, un periódico, un portal de internet o ni siquiera un twitteo de tarde tonta y poleo menta. Nada. Un vocero suyo dice que si acaso Televisión Española pero la tarde avanza y la propuesta no la ve uno robustecerse por la Red ni prosperar por propagación de sus detractores o partidarios. Prefiere Arenas, no sólo él, nos tememos, una sucesión de monólogos. Pero es esta una sucesión interrumpida por la juez Alaya. Es la primera campaña que uno contempla en la que informaciones esenciales para la misma no aparecen en los cuadernillos o espacios audiovisuales acotados para la misma. La campaña es Griñán en un colegio, Arenas en un centro de salud y después de los anuncios Alaya tirando de un maletín con ruedas. La juez se consagra el día que alguien le tome una foto con toga. Sería una emoción o sobresalto. No los hay. La campaña aún está en su primer tramo pero ya se echa de menos cierto efectismo, alguna promesa, un toque constructivo. Por ejemplo, Izquierda Unida ha dicho a las claras y en los primeros días: «Construiríamos el tercer hospital para Málaga». No es tan difícil. Son seis palabras. Una frase bien construida. Sin complicaciones y atendiendo a una demanda necesaria, objetiva, que sería bienvenida. No, no es tan difícil. Aunque en esa coalición a veces son, por amantes de la retórica, capaces de organizar, como en aquel Ateneo madrileño decimonónico, una asamblea de socios para someter a votación la existencia de Dios, uno se lo perdona porque adoban tales abstracciones, de otra parte a veces necesarias, con adecuadas dosis de realidad.

Los demás no es que anden cogiendo moscas, deporte extraño por lo demás en esta época del año, pero todo parece como con un toque de irrealidad, de metapolítica, de proclamas hechas por gentes que levitan de ciudad en ciudad y se nos manifiestan por la tele a la hora de comer y a la de cenar. Un teatrillo intangible. Antes ibas a un mitin y salías nutrido para un mes para darte al proselitismo, la noche y los debates de café. Ahora sales haciéndote preguntas. Un debate nos aclararía muchas dudas y nos respondería a no pocos interrogantes. Nos lo niegan. Ni siquiera podremos criticar las corbatas elegidas. Nótese por cierto que todos han prescindido de ellas. La andaluza es una campaña informal. Tanto y sin debates que podríamos pensar que no es seria tampoco.