Sólo en la imaginación de Gila uno va de un lado a otro de la trinchera y pacta treguas con el enemigo dependiendo del calendario de liga. En el periodismo, o eres periodista o no lo eres, no existe el barbecho, ni el tiempo muerto. Y más aún, o eres noticia o la firmas, no hay manera de hacer reversible esa chaqueta sin faltarles al respeto a los destinatarios. Lo acaba de demostrar la novia reportera del candidato socialista a las presidenciales francesas, François Hollande, la mujer que puede apear a Carla Bruni de la condición de primera dama de la república gala.

Valérie Trierweiler compatibilizó su jefatura del área política del semanario Paris Match con una relación primero profesional, después «amistosa, luego cómplice y al final flechazo» (textual) con el por entonces novio y padre de los cuatro hijos de Ségolène Royal. Cuando la separación de estos se hizo pública (tras el batacazo de Royal en las elecciones) y el romance patente, Trierweiler, de 47 años y madre a su vez de tres hijos, se desplazó hacia el área de cultura de la publicación para evitar incompatibilidades. Conforme la carrera de Hollande, de 57 años, progresó, la de su pareja y «mujer de mi vida» (textual) se adaptó, dejando la revista señera por un programa de entrevistas electorales en un canal por cable de audiencia ínfima. También en este espacio chirrió y cuando la nominación de su compañero como contrincante de Nicolas Sarkozy era ya una realidad, decidió apartarse. Así las cosas, empezó entusiasmada la campaña que la puede llevar al Elíseo como consorte de hecho declarando en Twitter la noche de las primarias socialistas: «A mis amigos periodistas y fotógrafos, dadme tiempo. El tiempo para comprender y aprender. Pero aprenderé rápido».

Rapidísimo, diría yo. Tuitera muy activa, Valérie Trierweiler expresó la semana pasada su consternación y rabia al observar su foto en la portada de Paris Match. «Menudo shock al verme en primera página de mi propia revista. Me cabrea especialmente descubrir que han usado fotos sin mi permiso y sin haberme avisado». ¿Permiso? Bajo el epígrafe «Valérie: La baza-encanto de François Hollande», la publicación dedica diez páginas a un libro de Constance Vergara en el que se repasa la historia de las primeras damas francesas del pasado, presente y futuro. Incluidas ella y Carla Bruni, que ha reaparecido en la vida pública vestida como un fardel, renunciando a su propia imagen de glamour y belleza para rebajar las críticas a un Sarkozy amante del lujo, amigo de multimillonarios y alicaído en las encuestas. «Bravo a Paris Match por su sexismo en esta jornada consagrada a los derechos de la mujer», tuiteó de nuevo la furiosa Trierweiler con cierta incongruencia, pues hace unas semanas había anunciado «un papel de acompañamiento» de Hollande durante la campaña. Traicionada por la empresa en la que había trabajado desde 1989, y por la información con mayúsculas.

Resulta superfluo preguntar qué hubiese hecho la periodista de estar en su mano decidir la portada, el tema de interés de la semana para los lectores, no el suyo propio. Meses antes, no le importó abrir el corazón a su revista declarando: «No he escogido tener una vida pública, he escogido a François. Pero me adaptaré». Su adaptación ha sido total, y ya no queda nada de periodismo en la futurible primera dama, aunque el poder no está mal como segunda vocación. Con cierta sorna y también a través de Twitter le respondieron sus excompañeros: «Es cierto, Valérie. No hemos hablado contigo de la portada. Es la independencia de la prensa. Tú eres la mejor situada para comprenderlo».