El día que la plaza de la Constitución comienza a desplegarse, y se inicia la construcción, un año más, de una tribuna que para muchos malagueños configura el arranque de su reloj biológico-histórico del sentir de una Semana, sean o no cofrades, el pálpito de la misma urbe se transforma. En esa incipiente grada, que todo lo ve y algunos la silencian, se precisa el paso del ecuador de la Cuaresma en Málaga.

Esta metrópolis, sin jugar a análisis comparativos estereotipados y poco determinantes, está expectante ante tanto funambulismo político. Comenta el físico Albert Einstein que la vida es muy peligrosa pero no por las personas que hacen mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa; coincido con el Nobel que concibe el riesgo desde nuestro propio nacimiento, pero arriesgar demasiado ante tanta consternación cuesta más de lo invertido y deseado.

Cuando nos cogen del cuello por falta de aliento económico; cuando una foto curiosa -incluso para muchos divertida- puede hacernos pensar, más aún, que toda la sociedad española, la malagueña, está pendiente del Eurogrupo que considera que la cifra del 5,8 por ciento fijada por el Gobierno «está muerta» y pide un recorte extra por valor del 0,5% (5.000 millones de euros extra), los malagueños -yo me incluyo el primero- pensamos apesadumbrados en nuestra propia resurrección.

Para ello, se terminará de construir la tribuna, como cada anualidad, que da origen al resplandecer de nuestra memoria -sean cofrades o no- de la propia ciudad.

Y en estas circunstancias de mayor «incertidumbre» toca el momento de la oración por el bienestar de nuestro barro, de a quien queremos. Orad -o reflexionad- por nuestra gente en estos momentos de duda. Pensad que hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana, y del primero -como decía el amigo físico- no estoy seguro. Salud para los poetas.