En función de su origen, y básicamente, las células madre o troncales se dividen en embrionarias (proceden del embrión) y adultas (derivan de algún tejido adulto). Todas ellas tienen capacidad de dividirse indefinidamente y también de diferenciarse hacia células especializadas, con todas sus funciones al completo; y según esta capacidad de transformación, pueden ser multi-, pluri- y totipotenciales. Las células madre embrionarias son pluripotenciales, proliferan continuamente sin diferenciarse (se dice que son inmortales), pero también pueden dar origen a cualquier tipo de tejido o células germinales (ovocitos y espermatozoides); por ello, el interés de la ciencia en estas células que lo pueden todo es máximo, para el tratamiento celular y molecular de enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas, o incluso de la diabetes. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos invertidos en numerosos laboratorios de todo el mundo, este tipo de célula troncal se resiste a mostrar sus secretos moleculares más íntimos, y en ocasiones trasplantadas sobre modelos animales, para la reparación de un tejido o grupo celular, se transforman en tumorales. Y de esta forma, las células tumorales imitan a las troncales embrionarias, para seguir su proliferación y «conquista» del territorio tisular, es decir, la transformación celular (a tumores) y la inmortalidad celular comparten mecanismos. En octubre de 2011, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea prohibió patentar las células madre embrionarias de origen humano.

Esta semana, en la revista Proceedings of the National Academy of Science, investigadores de la Universidad de Nottingham (Gran Bretaña) mostraban en un modelo de planaria (gusano), «Schmidtea mediterranea», su capacidad de regeneración ilimitada, que podríamos definir también como inmortalidad. Los gusanos, independientemente de su reproducción sexual o asexual (división en dos), disponen de ambas, regeneran indefinidamente músculos, órganos e incluso su minúsculo cerebro, y por lo tanto, evitan el envejecimiento. ¿Qué les conduce a esta inmortalidad? Cuando una célula se divide, los extremos de los cromosomas, conocidos como telómeros (escudos protectores), se acortan, y división tras división el telómero va reduciéndose en tamaño y cuando es demasiado pequeño, el genoma se desestabiliza y la célula deja de dividirse, incluso puede morir y en consecuencia el tejido se degenera y «florece» el envejecimiento. Los gusanos planarias, según este estudio, mantienen activos los extremos de los cromosomas (mediante enzimas telomerasas) en las células madre adultas, evitando que se acorten, y consiguiendo su inmortalidad. Los primeros pasos de esta ciencia sobre telómeros, iniciados en la década de 1930, fueron galardonados con el Nobel en Fisiología y Medicina en 2009.

Por lo tanto, las células madre y las tumorales son las únicas que pueden evitar que sus telómeros se acorten gracias a la activación de las enzimas reparadoras o telomerasas. Bloquear la actividad de estas enzimas en células «malignas» provocaría, al dejar de dividirse, su muerte, y mejorar su actividad en células «sanas» evitaría su envejecimiento. Y así, como decía Platón, «los hombres viven celosos de la inmortalidad», incluida la de un diminuto gusano.