Un reciente estudio realizado por una experta de la Universidad de Valencia denuncia que los niños no tienen tiempo para jugar. Parece ser que ese estrés que vivimos los mayores lo trasladamos a los más pequeños con un sinfín de actividades extraescolares. Criticamos que están todo el día pegados a las consolas pero, ¿realmente es peor la infancia de ahora que la nuestra?

Ser niño no es fácil en los tiempos que vivimos. Hijos de una sociedad evolucionada, se enfrentan a más retos de los que nos tuvimos que topar nosotros. La estampa de la madre que se quedaba en casa para cuidar a la familia ha desaparecido para dar paso a la mujer trabajadora. Los hijos del siglo XXI se apoyan, además de en los padres y abuelos, en profesionales para su educación. Tanto es así que el estudio de la catedrática de Teoría de la Educación de la Universidad de Valencia y miembro del Observatorio del Juego Infantil, Petra María Pérez, señala que los niños hipotecan su tiempo de juego en actividades extraescolares. Natación, música, pádel, dibujo, baile, clases de apoyo... un sinfín de opciones para que el horario de los pequeños coincida con el de los padres y, de paso, aprendan algo más. Dicen que el saber no ocupa lugar, aunque sí tiempo, y tiempo es precisamente lo que les falta a sus padres para llevar la educación de sus hijos un paso más al frente. Todos queremos que los nuestros sean como Einstein, y que además sean felices y coman perdices. Aunque el resultado de esta tendencia es que los niños no juegan, al menos como antes lo hacíamos nosotros. Era otra época. Ir en bicicleta por el barrio no era un deporte de riesgo y no se conocían desapariciones de menores como la de Jeremi, Ruth y Jose. Los yoyós eran divertidos, el parchís, el no va más, y jugar en un grupo en donde los niños mayores nos admitían era lo habitual. Lo era porque teníamos hermanos mayores y pequeños. No hay que olvidarse de que la economía y la sociedad ha eliminado las familias numerosas y muchos de los hijos del siglo XXI son únicos. Ahora estamos incubando una sociedad más formada, más informada. No paramos de criticar que los niños de ahora están pegados a una videoconsola, a un ordenador. Lo hacen con alegría, por cierto, que parece muchas veces, con la aparición de este tipo de estudios, que les estamos obligando a ello. Y ahí están, enseñando a los adultos a utilizar máquinas que cuando jugaban al poli-ladrón ni pudieron soñar que utilizarían; menos aún que su tutor personal fuera su hijo con siete años. La sociedad evoluciona, las costumbres también. A lo mejor en nuestro camino hacia los superhombres tenemos que dejar de jugar al un dos tres pollito inglés todas las tardes con los vecinos, que total, seguro que nos los encontraremos, felices, disfrutando de su infancia navegando por la Red.