Al igual que Marlin se sumergió en un mundo burbujeante y completamente nuevo en busca de su hijo Nemo, Javier Arenas está al final de un camino sin retorno que inició en 1994 en busca de San Telmo. Marlin, pese al miedo que le inspiraba el mar y lo desconocido, se embarcó en un largo y tortuoso viaje por las profundidades marinas para correr todo tipo de aventuras, convirtiéndose en el héroe de una verdadera epopeya cuyo fin era rescatar a su hijo. La odisea de Arenas es similar. Para su partido será también un héroe fruto de su paciencia, perseverancia, templanza y diligencia tras dos décadas buscando a su particular Nemo: derrotar a los socialistas. Lleva casi veinte años en campaña permanente, de aventura en aventura, de charco en charco, y si se sumaran todos los kilómetros que ha recorrido podría dar casi la vuelta al mundo. O más. En esta campaña recorrerá cinco mil kilómetros y lleva ya cuatro como cabeza de lista. Kilómetros y kilómetros prometiendo, matizando, arreando, respondiendo, proponiendo y otra vez arreando, que es lo propio cuando se está en la oposición. Tiene que dar hasta gusto. ¡Zas!, un ERE por aquí; ¡Zas!, una de Invercaria por allá; ¡Zas!, un millón de parados... Asuntos todos serios y feos, muy feos, que pueden terminar con la hegemonía socialista.

Si Marlin sorteó tiburones, la oscuridad y venció al desánimo con el único fin de encontrar a Nemo, Arenas lleva años y años esquivando derrotas, denunciando casos de corrupción, proponiendo que es posible una Andalucía mejor tras treinta años de gobiernos socialistas y limando punto a punto la abismal diferencia que le separaba de los socialistas gracias a la guardia pretoriana que conforman sus alcaldes. Toda una garantía en las urnas como se demostró en las pasadas municipales. Si Marlin puso todo su coraje y valor para recuperar a su hijo, Arenas ha redoblado el suyo y está convencido de que sólo él puede rescatar a Andalucía de su ya famosa trilogía de paro-despilfarro-corrupción que tan efectiva fue para José María Aznar en 1996 en su batalla con Felipe González.

Pero este Javier Arenas no es el de antes. Es una versión mejorada. Ha modulado, rebajado, limado y recortado el ímpetu de otras campañas pues todas las encuestas publicadas dicen que el Partido Popular ganará las elecciones y la mayoría de los sondeos incluso le dan la mayoría absoluta. Aunque quisiera perderlas sería casi imposible. El PSOE se propuso hace tiempo perder las elecciones y hay muchos dirigentes que hasta se lo han tomado en serio. El congreso extraordinario, el desafío de la dirección sevillana, las revueltas de Cádiz, Almería..., las ausencias de muchos consejeros.

A falta de los últimos sondeos que se publicarán este fin de semana, la última encuesta, la de la cadena Ser, le otorgaba hasta once puntos de ventaja y un desplome total al PSOE. Por eso en esta campaña vemos a un Arenas mejorado, en su versión edulcorada. Quizás no le estimule arrearle tanto a Griñán como lo hacía con su fiel enemigo Manuel Chaves. Será eso. Ahora el popular ya habla casi en clave de gobierno y no quiere cogerse los dedos. Ha estado veinte años prometiendo hasta su alma y durante estos días de campaña cada vez condiciona más el cumplimiento de sus medidas a lo que se encuentre en los cajones de la Junta de Andalucía. Del prometo ha pasado al «haré lo posible» o «lucharé por» pero sin descuidar sus constantes alusiones al fraude los ERE, un lamentable episodio de pillaje y saqueo que un exdirector general de Trabajo organizó durante años sin que nadie detectara nada. Bueno. Hay dos exconsejeros de Empleo imputados.

Y como no quiere sobresaltos y sólo seguir el guion fijado, el candidato popular arranca con celeridad las hojas del almanaque para que nada perturbe su campaña. Esquivó con el arte propio de un veterano el debate del copago sanitario y confía en que los dirigentes de sus partidos aguanten una semana más sin abrir debates que puedan resultar incómodos.

Arenas sabe que es su última oportunidad. No habrá una quinta. Lo tiene todo a favor. A un Gobierno regional acorralado por el fraude de los ERE, por las cifras del paro o por el cansancio que puede suponer a cualquiera llevar treinta años en el poder aunque él lleve casi los mismos con su careto plasmado en los carteles electorales. Arenas al igual que Marlin inició un largo y tortuoso viaje para buscar a Nemo y nada parece impedir que logre su objetivo. Ni la teoría socialista de que Rajoy gobierna con cuentagotas para evitar dañar la campaña de su amigo y fiel Arenas; ni los efectos de la reforma laboral con el despido barato y el anuncio de una huelga general; ni la subida de impuestos que nunca prometió Rajoy; ni ninguna medida de ajuste del nuevo Gobierno del PP han erosionado esa mayoría sólida, como le gusta decir, que le dan una encuesta tras otra.

El nuevo Arenas encontró el camino a San Telmo.