Nuestro país debe reinventarse

La realidad social española presenta graves síntomas de pérdida de valores. Hubo una época en la que sabíamos vivir con menos, en la que éramos competitivos por naturaleza, en la que no aparentábamos, en la que compartíamos lo poco que teníamos, en la que cuidábamos al máximo aquello que conseguíamos, en la que el sacrificio era nuestro lema y en la que hacer era lo que merecía la pena. En pocos años nuestros padres se han olvidado de recordarnos los tiempos en los que la Coca-Cola se tomaba los domingos, que la ropa de mi hermano mayor tenía que servir para mí, cosas tan simples pero tan importantes. En los tiempos de bonanza, sobrevivir es lo más fácil y carece de importancia, pero en los tiempos de escasez sobrevivir es una necesidad y se convierte a la vez en una prioridad, muchos no estamos preparados, seguimos esperando a que alguien venga a darnos la pócima mágica y eso nos ayude a salir del bache. Los campos se quedan vacíos de gente que quiera trabajarlos y las ciudades se saturan de indigentes en sus comedores sociales, algo paradójico pero que es fiel reflejo de la conducta de la sociedad actual (preferimos que nos lo den hecho a tener que hacerlo). Es cierto que actualmente hay pocas oportunidades, pero las hay, solo hay que tener decisión y ganas de sacrificarse. La sociedad debe reinventarse, miremos el comportamiento de nuestros alumnos, de nuestros presos y de nuestra ciudadanía de a pie y sabremos por donde empezar a saciar nuestras carencias y a construir un futuro mejor.

Ángel Abella LorenzoMálaga

Sumas, no divisiones

No sabemos si éste será el año del fin del mundo tal como auguraron los mayas. De lo que podemos estar seguros es de que nos quedará en el recuerdo, como en el que hemos entrado de lleno en una progresiva y peligrosa recesión que hace temblar nuestro estado de bienestar, obligándonos a replantear el futuro de una manera más austera, tanto en nuestro pensamiento como en las actuaciones. En un corto espacio de tiempo hemos pasado de una época de vacas gordas a vacas flacas; lo malo es que no hemos hecho las previsiones que en estas situaciones son de obligado cumplimiento, probablemente por falta de profetas visionarios, algunos de los cuales si han atiborrado de grano sus particulares graneros. Lamentándonos lo único que podemos conseguir es una depresión.

Tenemos que hacerle frente a la lucha día a día, agudizando el ingenio, haciendo un sobreesfuerzo para colaborar, adaptándonos en lo posible y rogando a Dios que ilumine a los políticos para que simplemente apliquen el sentido común en beneficio del pueblo, aprovechando todos los recursos disponibles, sin hacer divisiones sino sumas, en un solo país que ahora necesita de la ayuda de todos, España.

Diego Fernández VillarMálaga