Quién no se ha encontrado a un famoso por la calle. Pregunten. Todo el mundo tiene una historieta que contar de aquel día que se topó con una estrella mediática a la que arrancó una sonrisa, un trozo de camiseta, un autógrafo o un enfado colosal. Y es que no todo el mundo lleva bien la fama, al igual que no todo el mundo sabe cómo reaccionar cuando intercepta su camino un ser que por gracia o desgracia ha entrado en nuestras vidas por sus logros personales. Hay quien se encuentra con Santi Millán y le chupa la chaqueta, y hay quien propina insultos a Belén Esteban cuando ésta va al gimnasio. La reacción de ambos es bien distinta, como se pueden imaginar, aunque bastante predecible.

Justamente el otro día me contaron la historia de una joven gallega que se independizaba en Madrid, una chica de pueblo, con mucha honra, a la que su madre ayudaba en este trance. Después de un día entre cajas salieron a cenar, y después a tomar una copa «al bar de al lado», que resultó ser una de las discotecas más famosas de la capital. De vecino de barra estaban Bono y sus secuaces. Me refiero al cantante, no al político. Las dos gallegas entablaron conversación con el líder de U2, que les invitó a una copa, les firmó un posavasos y estuvieron de gran conversación. Cuando Bono les preguntó que si estaban en Madrid por el concierto, y la joven respondió con un «¿qué concierto?», el gran humanitario se dio la media vuelta ofendido. Ni una palabra más. Curiosa reacción. Nuestros cantantes nacionales tienen algo de más gracia.

En París, dos fans de Marta Sánchez se toparon con la artista cuando ésta estaba comiendo en un restaurante. Una de sus seguidoras decidió dar un par de golpecitos a la ventana que las separaba para captar su atención, y cuando Marta Sánchez miró, la fan se puso a cantar con coreografía completa su Soy yo. La cantante soltó el tenedor, se levantó de su silla, se acercó a la ventana y tiró una docena de besos voladores mientras acompañaba a su seguidora en el baile. Je. Me pregunto qué pasaría por las cabezas de los parisinos que vieron esa estampa. Luego los hay que no son reconocidos y se lo toman la mar de bien. Tres matrimonios salían de un restaurante tras una copiosa comida durante un viaje gastronómico cuando decidieron hacerse una fotografía. Vieron a un joven, acompañado de su pareja, al que pidieron con cortesía y con cámara en mano: «¿Te importaría hacernos una foto?». El joven con sonrisa dijo «no hay problema» aunque observaron que había algo de malinterpretación en la petición, pues posó con estos matrimonios que, por supuesto, pensaron que bromeaba. Al finalizar la foto (que realizó la pareja de éste), le pidieron: «bueno, ahora nosotros». El joven accedió con otra sonrisa, cogió la cámara e hizo la foto. Tras los agradecimientos se marchó. Uno de los camareros del restaurante salió para explicarles que David Bustamante era un buen cliente del local.