Con el anteproyecto de la Ley de Transparencia plateada por el actual Gobierno se cerraba una semana que para muchos era el principio del cambio político en Andalucía, pero esta tierra milenaria y mágica no es tan diáfana como algunos la querían ver en las encuestas de intención de voto.

La provincia de Málaga ha sido una de las que más ha contribuido a desinflar el éxito del PP en la comunidad autónoma. Los analistas nos quieren dar explicaciones racionales ante este triunfo amargo de la formación que lidera el sempiterno Javier Arenas, y para una gran mayoría la clave de esta sorpresiva coyuntura que se ha originado tras las elecciones andaluzas está en la participación. Todos los pueblos malagueños registraron una caída en el número de votantes, llegando a alcanzar hasta los veinte puntos en bastantes municipios malagueños.

Entre los factores que pueden generar esta alta abstención, algunos vemos la falta de confianza en la clase política, la propulsora de este desencanto que habita entre nuestros conciudadanos; esta indiferencia viene enmarcada en el hastío que muchos andaluces han adoptado ante tanta farsa pública. La Ley de Transparencia pretende devolver la credibilidad a nuestros próceres que han machacado unos pocos pero que han abierto heridas de compleja cura. Y si hablamos de dolor, el que hoy se nos refleja con el recuerdo de la muerte de Miguel Hernández. Setenta años hace que falleció, con 31 años, el poeta de Orihuela en la enfermería de la prisión de Alicante: «La huella que has dejado es un abismo/ con ruinas de rosal/ donde un perfume que no cesa hace/ que vayan nuestros cuerpos más allá». In memoriam.