Con una economía intervenida de hecho por la UE, y la amenaza de Moloch (los mercados) detrás de la puerta, no es fácil eludir los recortes y la reforma laboral. Si en Francia ganase la izquierda y en USA se mantiene Obama quizás se abra otro juego, pero hoy el reglamento es el que es. Por eso el balance de la huelga general de anteayer puede considerarse satisfactorio: no ha sido un gran éxito, pero de ningún modo ha sido un fracaso. Lo primero hubiera llevado a un escenario de progresiva ruptura social, y lo segundo a un sentimiento generalizado de impotencia en la clase trabajadora, pues si los sindicatos caen como el muro de Berlín (tal cual profetiza Esperanza Aguirre) los trabajadores quedarían inermes. No ha habido grandes altercados, Interior ha estado prudente, Rajoy ya tiene su huelga para enseñarla en Europa, y los sindicatos han salvado muy dignamente la cara.