El bipartidismo, un sistema descolorido

Sí, en España existen dos grandes partidos. El PP y el PSOE son los partidos mayoritarios, pero, además, conviven otras formaciones políticas sin las cuales no existiría la polícroma democracia de la que disfrutamos. Entre el negro y el blanco se extiende una gama de grises, colores intermedios que van desde el gris marengo al gris perla, siendo la suma de todas las tonalidades intermedias las que conforman el abanico ideológico sin el cual, sólo soplarían los vientos en blanco y negro de la dictadura. Pero... Pongámosles color a los partidos. El rojo fuego, el rojo de una rosa marchita, caduca, que de puro engreimiento olvidó que hasta el capullo más enhiesto languidece, dejando caer sus pétalos. El azul cielo, surcado por el ave marina que planea aprovechando las corrientes térmicas, que se nutre de los despojos que otros dejaron. Luego está el tercero en discordia, el morado, que aún siendo un color que se crea al mezclar los pigmentos de los dos anteriores, no tiene nada que ver con ninguno de ellos. Si acaso, comparte con el rojo (franja amarilla de por medio) la enseña que los de azul derrocaron por la fuerza. En Andalucía -desgraciadamente- no tenemos un color que nos identifique como pueblo. Sí, ya sé, tenemos el blanco y verde. El blanco pureza, y el verde esperanza, esperanza de que algún día tomemos conciencia de eso, de que somos un pueblo con identidad propia y que deberíamos tener un partido que nos representara como andaluces, no un partido nacional al que, con la mera inclusión de una «A» al final de sus siglas se «andaluce» por arte de magia. En cualquier caso, mientras eso no ocurra, seguiré pasando de los colores primarios, pues la mezcla de colores mejora a los pueblos. Y de eso sí sabemos los andaluces.

Alfredo Leyva AlmendrosMálaga