Resulta que el PSOE no estaba muerto. O al menos, no del todo. Lo dejaremos en herido de gravedad con pronóstico reservado, porque sus resultados no han sido buenos. No nos engañemos, han perdido nueve parlamentarios y 650.000 votos respecto a 2008. Aunque al final todo se mide desde un punto de vista relativo, como son las expectativas. Esperaban darse el batacazo y perder el poder, pero han aguantado lo suficiente como para tener un grupo fuerte y apoyarse en IU para sumar una mayoría más que holgada.

Justo lo contrario le pasa al PP. Por mucho que diga que es histórico su resultado y que nunca habían conseguido eso, han sido derrotados sin paliativos. Sí, una derrota en la victoria. Porque con 50 diputados y una mayoría simple y ajustada, no va a ningún lado. Es más, apenas le saca al PSOE una diferencia de 20.000 votos, algo que casi se puede calificar de anecdótico.

Pero si estos resultados hace años serían espectaculares, ahora son una derrota amarga. Esperaban ganar de calle y ya estaban pensando en cómo quedaría la foto con los niños en la mesa del despacho y cuál sería el mejor rincón para poner el tronco de Brasil que había comprado para la ocasión en un vivero cercano. Pues no, no va a pasar nada de eso. Le ha podido la confianza y cierto punto de soberbia. La borrachera de la victoria del 20-N todavía duraba en Andalucía, donde las encuestas han mantenido esa ilusión con fatídicas consecuencias.

La reforma laboral, la desilusión del electorado, gestos como el rechazo a acudir al debate electoral de Canal Sur y el miedo a los recortes que todos intuimos han podido más que la necesidad de la sana alternancia democrática.

Pero quedan dos incógnitas por despejar. Una es ver cómo el PSOE digiere esta victoriosa derrota, que puede disfrazar la alarmante pérdida de apoyo de la ciudadanía y la ausencia de ideas de gobierno, quizá porque no pensaban en gobernar más allá del 25 de marzo. Ahora toca asumir y resolver los proyectos pendientes, ya que no hay otro a quién dejárselo.

La otra incógnita es IU, la verdadera y única victoriosa en las elecciones, duplicando su participación y recibiendo un enorme flujo de votos de descontentos de izquierdas y votantes que perciben a esta formación como la única que plantea una posición coherente contra los recortes. La oposición es más sencilla que la gestión y ahora es el turno de la cara y tomar decisiones, sometiéndose a la crítica en vez de ejercerla. Y además intentar que el PSOE no recupere ese electorado de izquierda que le ha abandonado.