Uno de los motores de la economía y el empleo en España ha sido siempre el sector de la construcción. Se trata de un hecho asociado, sobre todo, a una demanda social histórica (la vivienda en propiedad) y a la pujanza del turismo. El sector ha sufrido durante la parte alta del ciclo una hinchazón patológica, la burbuja inmobiliaria, pero la fuerza del motor es anterior a la crisis. Ahora se ha parado, y el trimotor de la economía pierde altura. La solución no debe ser, desde luego, insuflar aire a la burbuja, pero tampoco dejar al sector sin combustible: si las viviendas en stock no se venden es porque no fluye el crédito al comprador. El Gobierno (anterior y actual) cree preferible dejar hundirse al sector, para que se ajuste solo, pero ese hundimiento arrastrará a la economía. Cuanto más tarde el Gobierno en darle combustible al motor peor será. Al final lo hará, pero a destiempo.