Ocho días después del 25M y cuando el fervor electoral ya ha sido sustituido por el olor a incienso, hay quien todavía insiste en deslegitimar los resultados de las autonómicas, recurriendo a los mismos tópicos cansinos y trasnochados: la Andalucía del subsidio, la Andalucía del analfabetismo y el miedo, la que no cambia, la que se merece todos sus males… Alguien tendría que explicarle a todos esos agoreros, convencidos de que el más que posible pacto PSOE-IU va a traer el fin del mundo en forma de cataclismo universal, que insistir en una mentira (muchas) no la convierte en verdad, que la democracia es también válida cuando ganan los otros, que los andaluces seguimos sobreviviendo y luchando en nuestro complicado día a día tal y como lo hacíamos antes del 25 de marzo. Ni mejoraron ni se hundieron nuestras vidas aquel día, como tampoco lo hicieron el 20 de noviembre, ni el 22 de mayo.

Algunos de los que tras las generales alababan la inteligencia del pueblo andaluz por votar de forma mayoritaria al PP ahora se están quedando cortos en insultos y falsas estampas para retratarnos. Las redes sociales son un buen ejemplo de lo que significa la falta de deportividad. Pero resulta curioso que los mayores insultos, los mayores tópicos vengan de parte de la militancia de base, de los simpatizantes, convertidos muchos en hooligans que parecen lamentarse de que su equipo tampoco esta vez haya subido a Primera pese a lograr una victoria indiscutible. Si son ellos los que un día estarán al cargo del partido (y esto sirve tanto en las filas populares como en las socialistas) es la señal de que los políticos encaran un grave problema de futuro. Y de que a la izquierda y la derecha les vendría muy bien acudir juntas a unas clases de respeto muto. Desde hace algún tiempo, los mensajes se radicalizan, muchos tratan de resucitar aquella España dividida que derivó en una guerra y algunos analistas/opinadores/periodistas insisten, irresponsablemente, en lanzar mensajes con el único objetivo de calentar aún más un ambiente crispado desde hace ya demasiado tiempo. La realidad, por mucho que no guste ni a unos ni a otros, es que las urnas han hablado.

Han castigado a casi todos. Y lo han hecho porque ni andamos por la quinta modernización ni tampoco estamos viviendo de las subvenciones. La mayoría de los andaluces tiene alguien cercano que sufre el temido paro y cuando se pasan necesidades económicas no hay ganas ni tiempo para tanta milonga. A ver si alguien toma nota. Y por alguien me refiero a los que dirigen los destinos de los grandes partidos, que convenientemente recurren al silencio cuando llega el topicazo.