Usted recibe una llamada de alguien que asegura que usted tiene un problema en su ordenador y que un técnico debe examinarlo accediendo al mismo a distancia. Cinco minutos después, un virus infecta su máquina y para eliminarlo, usted debe transferir varios cientos de euros a la voz que se encuentra al otro lado del hilo telefónico.

Este tipo de extorsión se ha hecho cada vez más frecuente en los últimos meses y años, junto con otros graves delitos cibernéticos, como la usurpación de los datos de una cuenta, las tiendas en línea falsas, los actos de piratería informática a teléfonos inteligentes (smartphones) y los ataques coordinados y a gran escala de infraestructuras y servicios públicos. Correos electrónicos procedentes en apariencia de su banco pueden recabar información de su tarjeta de crédito para venderla a grupos de delincuentes organizados por tan solo un euro por tarjeta. Los piratas informáticos atacan empresas para intentar apoderarse de sus secretos comerciales. Tan solo un número reducido de estos casos se denuncia a la Policía y son menos aún los que se resuelven. Para los delincuentes el riesgo de ser descubierto es muy bajo y las recompensas altísimas.

El daño más persistente de la ciberdelincuencia es la propagación del miedo. El miedo a comprar en línea, a formar parte de las redes sociales o a utilizar servicios en línea cotidianos. La ciberdelincuencia erosiona la confianza en un Internet abierto y libre, altera nuestra vida digital e impide que saquemos el máximo partido de las oportunidades y servicios que se ofrecen en línea.

Aunque no debemos ser alarmistas, es preciso que estemos muy alerta. La delincuencia organizada va en aumento al mismo ritmo que la parte de nuestra vida cotidiana que se lleva a cabo en línea. Estos delitos nos afectan a todos. Ya hace cinco años, grandes medios de comunicación, bancos y autoridades públicas de Estonia se vieron paralizados por una serie coordinada de ataques informáticos y el mundo comprendió lo vulnerables que somos todos. A pesar de ello, aún existe una falta generalizada de conocimientos sobre cómo debemos protegernos. Por ejemplo ¿cuando fue la última vez que cambió su contraseña en línea o actualizó el sistema operativo de su teléfono inteligente? Cada día se bloquean entre 250.000 y 600.000 cuentas en Facebook como consecuencia de intentos de piratería informática de distinto tipo.

Mientras tanto, nuestra ya deteriorada economía se ve perjudicada a medida que aumenta la ciberdelincuencia. En el conjunto de la UE, el comercio electrónico sólo representa un modesto 4% del total de las ventas. Según las estimaciones realizadas, los consumidores podrían ganar más de 200.000 millones de euros gracias al incremento en el comercio electrónico y la supresión de las barreras comerciales. Ahora que es preciso sacar a Europa de la crisis resulta crucial reforzar la confianza de los consumidores en las transacciones en línea.

Los conocimientos sobre ciberdelincuencia y la experiencia en la materia varían entre los Estados miembros de la UE y la cooperación entre ellos es aún demasiado escasa a pesar de que se trata del tipo de delincuencia transfronteriza por antonomasia. En ninguna otra actividad delictiva importa menos donde se encuentre la víctima. Hoy en día, por tanto, propongo la creación de un Centro Europeo de la Ciberdelincuencia, que agrupará a algunos de los cerebros más brillantes de Europa en el ámbito de la lucha contra la delincuencia informática bajo los auspicios de Europol. El Centro Europeo de la Ciberdelincuencia, o EC3, tendrá la tarea de informar a los países de la UE sobre las principales amenazas que les acechen y de alertarles sobre las debilidades que presenten sus defensas en línea. Además, el Centro deberá describir y situar la actividad delictiva mediante la identificación de las tendencias que se registren en materia, por ejemplo, de ataques de virus, y a continuación difundir esta información tanto a las autoridades como a los ciudadanos. El Centro proporcionará ayuda a las investigaciones de la Policía y servirá de base de conocimientos en los casos en los que las autoridades nacionales se vean en dificultades. En el Centro trabajarán expertos de Europol y personal en comisión de servicios de los países de la UE.

Quisiera también ser muy clara en el sentido de que el Centro de la Ciberdelincuencia no perseguirá a quienes compartan sus archivos en línea y tampoco investigará las infracciones contra la propiedad intelectual de la industria del espectáculo. Sus tarea principal será la lucha contra los planes de fraude en línea de organizaciones de delincuentes mediante, por ejemplo, el seguimiento de la utilización de tarjetas de crédito robadas por grupos mafiosos en más de un país.

Asimismo, el Centro investigará los ciberataques a gran escala dirigidos a infraestructuras críticas de los países de la UE y combatirá a las redes que difunden fotografías y vídeos del abuso sexual de menores. Si la Policía de un país incauta un disco duro de un sospechoso de delitos sexuales, el EC3 puede ayudar en la investigación del contenido. El intercambio de información y la coordinación de los esfuerzos policiales pueden permitir la identificación de un mayor número de víctimas y delincuentes.

En Europa, la sensibilización de la población sobre estos tipos de delincuencia es actualmente demasiado desigual y los recursos policiales son a menudo limitados. Algunos países están a la vanguardia en lo que se refiere a la aplicación de la ley y la prevención, mientras que en otros las autoridades siguen teniendo problemas para comprender los cambios que se han registrado en este ámbito. A medida que crece la ciberdelincuencia internacional, nuestras soluciones deben seguir la misma evolución y hacerse verdaderamente transnacionales.

El Centro Europeo de la Ciberdelincuencia se convertirá en el centro neurálgico de la cooperación con el objetivo de defender un Internet libre, abierto y seguro.