Dijo Mariano Rajoy el otro día que los Presupuestos Generales del Estado son «desagradables». Inédito, nunca visto, que un presidente de Gobierno califique así las cuentas de su propio Gobierno. No gustan ni a quién los hace. Así que la misión de defenderlos queda para los dirigentes provinciales y regionales. A ellos se les ha debido mandar un argumentarIo. Breve y escueto: la austeridad es necesaria.

El Gobierno del PP sufre un importante desgaste a cien días de su desembarco en el poder y no sería extraño que su primera crisis, cambio de ministros, fuera dentro de unos meses, más rápido de lo usual. Así que, si generalmente los políticos se mueven en el cortoplacismo, más todavía va a imperar ese concepto siendo este un tiempo en que rápido se queda viejo lo nuevo, todo fluye veloz, el electorado es más cambiante, las encuestas no aceptan y el PP querrá también etiquetar de provisional al Gobierno de IU y PSOE en Andalucía. La estrategia política se hace pensando en el presente, con lo que se hurta una de sus principales características: planificar el futuro.

Las economías más importantes del euro crecerán el año que viene. No está claro que España lo haga. Por eso, lo urgente es parchear la situación argumentalmente. Sin alentar demasiado las expectativas. Aguantar. El tiempo vuela y el argumento de la herencia se desgastará en breve.

Los noticiarios son estos días una explicación de los recortes. Un día nos enteramos que cae a la mitad el dinero para las becas Erasmus, otro día que no hay dinero para tal carretera o que no se comprarán más ordenadores para las escuelas. Los Presupuestos eran antes una lotería. Ahora son una factura. La ilusión es a la inversa: hay que luchar por tener ilusión. La política no hace más felices a los hombres, los hace simplemente hombres. En este caso, hombres con los bolsillos vacíos. Con ese cortoplacismo tienen que trabajar también los partidos locales.

El PSOE tiene como urgente colocar a gente que quedó sin cometido, o sea, en paro. Componer el puzzle de las delegaciones provinciales (tal vez sólo siete u ocho si además de reducirse las consejerías algunas son para IU) y organismos y «pillar» cargos intermedios. Eso y trabajar orgánicamente para perpetuar el status quo en el próximo congreso provincial, ya a sólo unos meses. No hay tiempo para recomponer mensajes, estudiar, preguntarse el por qué de la no conexión con muchas capas sociales en municipios sobre todo costeros. Eso y ponerle una vela a San Griñán para que cierto avance de voto socialista detectado en zonas de la provincia se consolide él solito, ahí, por que sí.

En el Partido Popular lo más urgente es asimilar el golpe de las autonómicas, no perder comba en el debate sobre Javier Arenas, mirando mucho de reojo a los actores de este futuro drama que no se renuncia a protagonizar, deshacer las promesas que se hicieron (delegaciones provinciales y similares…) y echar antióxido a los cañones que disparan agravios y que habían sido encerrados en sótanos en previsión de una victoria popular en la comunidad.

Pero el PP tiene además un flanco que tapar pero que al mismo tiempo deja abierto a conciencia en cierto ejercicio de esquizofrenía: están los que les conviene alentar el mensaje (que ya va modulando el PSOE) de «alcalde ausente» y los que quieren ahuyentar ese debate o crítica. Eso produce extraños aliados, curiosos enemigos también.