Se busca equivalente de Enrique Fuentes Quintana, salvo que en la España al borde del colapso económico no centralizará las carteras económicas, sino el país en su conjunto. Las oscilaciones constantes del mapa electoral llevan al PP a perder medio millón de votos en Andalucía en un trimestre, el PSOE sigue en la UCI. El electorado ha impuesto un bipartidismo vigilado, que debilita a las grandes formaciones y las somete a una agitación inclemente. El panorama financiero agrava las perspectivas políticas. El propio Rajoy enarbola el miedo a la intervención que es incapaz de atajar. Sin embargo, olvida la alternativa, el desembarco en el Gobierno de su majestad el tecnócrata. Hay que ponerse en lo peor, dado que se viene cumpliendo inexorablemente. «Cuatro años después del inicio de la crisis financiera internacional, los problemas de confianza en el sector financiero persisten». El texto va entrecomillado porque se corresponde con las líneas iniciales de la exposición de motivos del Decreto Ley de Saneamiento del Sistema Financiero, donde hasta el título denuncia la insania o insalubridad de partida. Por tanto, ha llegado el momento de plantearse quién sería el Mario Monti autóctono. La portada del Wall Street Journal viene monopolizada por las angustias españolas, se precisa el equivalente del tecnócrata italiano que cubrió la portada del semanario Time sobre el epígrafe «¿Puede este hombre salvar a Europa?»

Antes de concederle un poder absoluto y parademocrático, a Monti se le improvisó un escaño senatorial que permitiera su acceso a presidente del consiglio italiano. El Congreso debería recurrir asimismo a una fórmula imaginativa, para incorporar al supremo tecnócrata antes de proclamarlo presidente. Cuenta con el precedente de la modificación de la Constitución en menos de un mes veraniego y a espaldas de los ciudadanos, para fijar un intrascendente techo de gasto público. En Italia no hubiera habido Monti sin la tutela del octogenario Napolitano. España cuenta con una figura paralela en Juan Carlos de Borbón, una década más joven que su colega transalpino y preocupado asimismo por la pervivencia de su poder cohesionador.

Por imperativos de tiempo no se ha consultado a ninguno de los citados en este ejercicio de economía-ficción, valga la redundancia. Es posible que alguno de ellos rechazara la propuesta de rescatar a todo un país sobre sus hombros. Su toma en consideración debe interpretarse como un homenaje a su trayectoria. En el abanico de candidatos, el jefe del Estado introduciría por fuerza a Eduardo Serra, que entregó al Rey un estudio de la Fundación Everis sospechosamente acorde con las ideas del receptor. Alto cargo con Felipe González, el bipartidista Serra fue el primer ministro de Defensa de Aznar, impulsado a la cartera desde La Zarzuela.

Monti fue comisario europeo al igual que Joaquín Almunia, que se esforzó por difuminar su huella socialista en una crítica constante de las medidas de Zapatero. Obsesionado personalmente con lavar su estrepitosa derrota del 2000, su trayectoria izquierdista le hace perder fuelle. Los mismos argumentos servirían para relativizar a Javier Solana –un «cuasigenio», en palabras textuales de Bill Clinton– y, en la margen opuesta, a Rodrigo Rato. La espantada en el Fondo Monetario es una bagatela, frente a su presurosa incorporación a las celebraciones en la calle Génova del inesperado fracaso en las andaluzas.

La economía es una ciencia de derechas, y José Manuel González Páramo podría capitalizar esta orientación conservadora, catapultado desde su sillón en el comité ejecutivo del Banco Central Europeo. A este catedrático se le asignaba el Banco de España, antes de la aceleración del desmoronamiento. En la cima o en los aledaños del Gobierno de tecnócratas se postularía a Angel Gurría, secretario general de la OCDE o patronal de los países poderosos. Luis Garicano es uno de los economistas de mayor audiencia, desde su cátedra en la London School of Economics desprestigiada por Gadafi.

El Monti español debería ser un buen comunicador, sin la propensión cartuja del actual presidente. Entre los catedráticos se requeriría un pedagogo de la talla de Gabriel Tortella. Con bagaje político, Guillermo de la Dehesa, Jordi Sevilla o Manuel Conthe. La procedencia bancaria es un serio inconveniente. Y probablemente ninguno de los anteriores será Monti, pero alguien tendrá que hacerlo.