Tras una Semana Santa donde la incertidumbre -cómo no- ha llegado a sus máximos en todos los sectores productivos, incluidos los del espíritu, la Divinidad ha querido gratificarnos, finalmente, con el sosiego trasegado de contemplar y vivir junto a las hermandades -desgraciadamente no todas- el reencuentro anual con nuestras devociones y tradiciones; de este modo, nos hemos despejado durante unos días de ese desánimo penitente en el que habitamos. Termina nuestra Semana Mayor y comienza, de nuevo, el deambular pasionista de nuestra existencia entre «ajustes», que no «recortes», -como quieren matizar quienes nos gobiernan- en sanidad y educación: 10.000 millones.

Y me pregunto qué quiere decir el responsable de Sanidad y Asuntos Sociales cuando plantea que se van a ajustar gastos «improductivos e innecesarios»; lo entiendo como una decisión loable a tenor de los despilfarros garantizados a muchos próceres protagonistas de un derroche sin límite, sin juicio y sí con perjuicio contra la ciudadanía. Ahora bien, y a colación de esta ceñida estrategia, nos informan que en la provincia de Málaga, según datos del Ministerio de Hacienda en el último lustro comprendido entre 2005-2010, se puede constatar que el presupuesto de altos cargos y plantilla de confianza se incrementó alrededor de los siete millones de euros en casi la totalidad de los consistorios, situándonos como líderes de Andalucía en destinar dinero al pago de nuestros representantes de gobierno, personal directivo y eventual.

Ser el primero siempre gusta pero indudablemente no con estos números, además si se extraen de la presunción e indignidad hacia los ciudadanos que representan y a los que se les exige austeridad. El influyente economista británico John Maynard Keynes apuntaba: «Si yo te debo una libra, tengo un problema; pero si te debo un millón de libras el problema es tuyo». Sí, es nuestro y ¿por qué? Reflexionen.