Agradecimiento

Toda intervención quirúrgica de considerable riesgo obliga a pasar el posoperatorio inmediato en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), donde la asistencia tecnificada y altamente especializada no significa necesariamente la pérdida de un cuidado humanizado. Nuestro padre y esposo, tras sufrir situaciones clínicas complejas y evitables, en la planta de hospitalización cardiovascular previas a la cirugía, sobre todo porque se ahogaba, algo muy angustioso para la existencia humana. Pero debido a su fortaleza y que el equipo quirúrgico hizo un formidable trabajo (gracias por la gran labor al Dr. Salas, Belén Leiva, Mª Luz Recio… y al resto del equipo, disculpad por no recordar todos los nombres), superó inicialmente la cirugía. Y pudimos verle despertar. Fue increíble cuando el médico intensivista Miguel Álvarez le retiró ese tubo que facilita la respiración artificial y tomó aire por él mismo. A la pregunta de «¿cómo estás, Pepe?», dijo sencillamente y con ese sentido del humor que le caracterizaba, «asombrado», sacándonos una sonrisa a todos y al doctor, que supo robarle en una conversación tan mágica como increíble para mí, sus recuerdos del pasado para descubrir una capacidad mental óptima. Realmente es para asombrarse, papá, porque no creíamos que esa situación inicial tan crítica se resolviera y pudiéramos volver a reencontrarnos contigo a cortos ratitos. Desde su ingreso en ese módulo o box 19 («hotel de 5 estrellas», como exageradamente amable le dijo a Santas, su auxiliar de enfermería, que lo «mimó» y a toda la familia, en momentos muy duros), fue asistido con las mejores capacidades profesionales, competencias y actitudes por todo el personal, aportando humanidad, profesionalidad y cercanía, incluso en las peores situaciones. Terriblemente se nos fue en un lugar muy artificial para despedirse, pero nos sentimos reconfortados por la atención intensiva recibida y queremos expresar nuestro agradecimiento, a todos los profesionales que trabajáis en la unidad y muy especialmente a los que lo hacéis en el módulo de coronarias del Hospital Carlos Haya de Málaga. Nombrar a los doctores intensivistas M. Álvarez, A. Vera, M. D. Fernández, J. A. Alboleda, T. García, J. Muñoz y al resto del equipo médico. Nos consta que todos hicisteis lo extraordinariamente posible en esos momentos de extrema gravedad. A los profesionales de enfermería Alberto Castillo, Pepe, Miguel Ángel, Germán Bermúdez, Alicia Sánchez, Belén del Águila, que siempre aportaron cuidados con diligencia y profesionalidad; a Susana Perdigones y Rafa Teno, una encantadora pareja de enfermeros que supieron hacer la estancia de mi padre más agradable, lo que obligó a robarle un beso a Susana, lo siento Rafa, espero que sepas perdonarle, pero él supo apreciar esa disponibilidad de ella para ofrecer cuidados profesionales y mejorar su confort. A Carmen Pulido, que ayudó a proteger y mimar su cuerpo, en esas horas interminables donde se quiere creer en los milagros. A Inés, Santas, Genoveva, Lola Sánchez, Isabel Sánchez…, auxiliares de enfermería que le aportaron cuidados con paciencia, dulzura y humanidad. Agradecer a las supervisoras, Carmen y Esther, y a Mª José, por ser colchón y refugio en horas de angustia. Son muchos profesionales, perdonad no recordad todos los nombres, pero es justo reconocer el cuidado humano recibido. Gracias a todos, incluidos Ángel y el resto de celadores, por cuidar, atender y preocuparos por el bienestar de mi padre, de mi familia y de mí. Sirvan estas palabras para traspasar las paredes de esta unidad y llegar a cada uno de vosotros. En muchos momentos sentimos vuestro tacto, vuestra mirada, y por favor, no dejéis de hacerlo, es increíble lo que ayuda y consuela en esos momentos tan indeseables de la condición humana, la enfermedad moribunda. Atentamente.

Virginia y Estela Salinas Pérez, los hijos y la esposa de Pepe Salinas VegazoMálaga