Aún no ha cantado el cuco. Primaveras que no acaban de romper a su plenitud. La nieve que cae en ellas, casi siempre en grano, no se lo piensa mucho –liquidación por final de temporada– pero siempre hay un rito. En medio del pinar primario, la nevada se anuncia con una transparencia total del aire, y una profundidad absoluta de la escena, que deja distinguir los sucesivos decorados. En estos casos el estado del aire convoca siempre un silencio pleno. Sólo lo rompen el gruñido de las pisadas sobre la nieve virgen, y las pelotas que a veces caen de las ramas repletas y vencidas. Luego una brisa entra en la escena, espolvorea un lienzo blanco desde una copa, y enseguida la transparencia general se va, todo se enturbia y comienza a nevar. El caminante ha intentado que esos cambios en el estado del aire lleguen a su interior, le remuevan los líquidos, pero debe conformarse con los sentidos.