Perito en ciencias casi ocultas como la Paleo-Antropología, el profesor Charles Musiba ha llegado a la convicción de que el ser más o menos humano se puso en pie por primera vez en Tanzania, hace de esto unos 3.700.000 años. Musiba, un tanzano que ejerce la docencia en Estados Unidos, basa su hipótesis en las pisadas que alguien dejó en el suelo del lugar de Laetoli por esa época y que la lava de un volcán ha preservado hasta hoy. Quizá no sirva de mucho, pero estamos a punto de conocer la fecha en la que nuestra especie echó a andar sobre los dos pies.

Musiba quiere montar un museo y acaso obtener unas subvenciones a cuenta del hallazgo, aunque lo importante es que las huellas encontradas en Laetoli sean anteriores a Lucy, la homínida hasta ahora considerada nuestra más antigua ascendiente. Si se confirmasen las sospechas del investigador tanzano, la Humanidad habría dado sus primeros pasos en posición erecta unos 500.000 años antes de lo que se pensaba.

Mucho tiempo parece ese si se tiene en cuenta que los hombres luchaban hace apenas siglo y pico por mantenerse en posición erguida frente a otros individuos de su misma especie empeñados en sojuzgarlos. Tal se deduce, al menos, de la estrofa «Arriba, parias de la Tierra; en pie, famélica legión» con la que los revolucionarios del XIX trataban de galvanizar a los proletarios para que rompiesen las cadenas de la servidumbre. No es que los currantes de la época anduviesen en posición canina, naturalmente; pero no resulta menos verdad que trabajaban en condiciones de humillación lo bastante graves como para que el hecho de ponerse en pie fuese algo más que una simple metáfora. Algo que, por desventura, vuelve a suceder hoy.

Por parecidas razones, sostiene Musiba que también fueron la dureza de la vida y las extenuantes condiciones laborales del Paleolítico las que obligaron a los homínidos de entonces a levantarse del suelo. El cambio climático ejercía ya en aquella época sus efectos, de tal modo que nuestros antepasados los primates tuvieron que adaptarse a vivir en un terreno escaso de árboles a los que subirse para huir de las fieras. «La dureza de la vida en Laetoli nos puso en pie», concluye Musiba.

La hipótesis del profesor tanzano no es sino una aplicación de la teoría de la adaptación de las especies popularizada en su día por otro Charles más famoso, de apellido Darwin. De acuerdo con las teorías darwinistas, las especies no solo se diversifican por mera adaptación al medio ambiente, sino que van mudando también sus características para enfrentarse a un entorno hostil. Más o menos eso es lo que habría forzado a los recontratatarabuelos de nuestra estirpe a ponerse en pie: ya fuese para transportar herramientas con los brazos, ya para forjar utensilios y armas, ya para otear el horizonte desde una mayor altura.

Cualquiera que fuese el motivo –y Musiba da algunos muy razonables–, lo cierto es que la capacidad para andar con las dos extremidades inferiores no es en modo alguno exclusiva del ser humano. También se sostienen sobre dos patas las gallinas, los veloces avestruces y los pajarillos del bosque, sin olvidar a los ya extintos dinosaurios del Jurásico. Y, a diferencia de nuestra especie, no han adquirido la enojosa costumbre de disparar sobre las demás, sean bípedas o cuadrúpedas. Aunque eso no pertenezca al dominio de la Paleo-Antropología en el que se mueve felizmente el profesor Musiba.