La situación de la economía española no sería calificada de cómica por la mayoría de ciudadanos. Sin embargo, la dramática circunstancia cambia de perfil al ser contemplada desde el exterior, donde genera un aluvión de carcajadas. España es el Lepe global, y hasta Argentina se suma a la elaboración de chistes facilones sobre los sujetos de la irrisión planetaria. Así, Cristina Fernández compara la actividad declinante de Repsol con «la trompa del elefante», en 140 caracteres que hacen innecesaria la mención explícita al Rey.

Hace cuatro años, España peleaba por ser más rica que Italia. Hoy lucha por no ser más pobre que los transalpinos, que se chancean de ella con las mandíbulas batientes de los Mario Bros, Monti y Draghi. En Francia, Sarkozy se refiere al vecino meridional con la displicencia tradicionalmente reservada en su país a los belgas. Hasta la momificada OCDE abandona su estupor, para abaratar a los españoles con clisés flamencos. Ni una cabecera de la prensa europea ha dejado de mofarse del Lepe global, desplegando la batería y beatería de los géneros periodísticos. Y Obama estrecha desternillándose la mano de Rajoy, una semana antes de autorizar a Cristina Fernández a apropiarse de Repsol.

Los reyes de la comedia se han esmerado en su gira argentina. Si ya era preocupante que el ministro Soria, fruto de la clonación de Aznar, insistiera durante el fin de semana en que la crisis de Repsol estaba encauzada, los peores presagios se desataron cuando Rajoy se comprometió el lunes por la mañana a una defensa atropellada de las empresas españolas. Nada más desperezarse, Argentina captaba la humorada del quijotesco presidente, y se apropiaba de la petrolera.

Una vez desatada la crisis, el populismo volvió a demostrar su superioridad operática sobre los políticos monocordes. La oratoria vibrante de Cristina Fernández contrasta con el apocado Rajoy, que practica el yacimiento frente a una rival erguida. Desde la presidencia de Repsol, Fainé todavía no ha aprendido que la gestión implica comunicación. Balbucea expropación, masculla y mastica su desgracia. El chiste final lleva la marca del ministro de Exteriores, cuando anuncia que «Argentina se ha disparado en el pie». Curioso homenaje al niño Froilán.

Cabe imaginar la reacción del PP, si la expropiación de Repsol hubiera ocurrido con Zapatero en La Moncloa. La hilarante reacción ministerial no ha impedido que España contara con defensores, Tuvo que ser Hollande quien neutralizara las cuchufletas de Sarkozy, y el mexicano Calderón ha repelido a Fernández de Kirchner con la habilidad ausente en el Gobierno.

El conflicto demuestra que la geopolítica es la hermana pobre de la petropolítica. El petróleo mueve al mundo, literal y metafóricamente. Mofarse de la Evita que amparaba a Cristina Fernández en un ritual de santería, suena impropio en un país donde el rey pasa más tiempo con la selección de fútbol que con su esposa. A cada país su religión, la nacionalización de Messi habrá surgido como la única represalia consistente en un país que se ilumina en cuanto ve rodar un balón. Tras la fractura del jefe de Estado, el PP puede invocar a Garzón como intermediario admirado en Buenos Aires. Y al margen de la querella mineral, españoles y argentinos están condenados a desentenderse, de la frivolidad o pasividad de sus gobernantes.