Dicen las estadísticas de Fomento, aunque no tanto la realidad de la calle, que el precio de la vivienda en Málaga ha caído ya casi un 30% en relación a los valores máximos marcados a inicios de 2008, cuando la burbuja inmobiliaria estalló y a la economía española se le empezaron a caer los palos del sombrajo.

Todos recordamos aquella desmelenada etapa entre 2004 y 2007. El que se interesaba por un piso tenía que decidirse rápido (muy rápido) ya que la vivienda se hallaba sometida a una desorbitada demanda que encarecía su precio entre 1.000 y 3.000 euros al mes. A esta perversa dinámica contribuyeron muchos pequeños inversores que, con sus ahorros, se dedicaban a comprar pisos por manojos con el único fin de ponerlos en el mercado al mes siguiente pero con el precio inflado para conseguir unas pingües plusvalías que luego, por otro lado, se ocultaban a Hacienda.

La guinda a este desaguisado la pusieron los bancos y las cajas de ahorro, que ofrecieron hipotecas por el 100% del valor de las viviendas por el método de sobretasar los inmuebles. En la misma hipoteca se metía el precio de la casa, un dinerillo para muebles y caprichos y, de paso, lo que te quedaba por pagar del coche. La hipoteca media en Málaga alcanzó en esos años un tope histórico de 165.000 euros, con multitud de préstamos que rozaban los 300.000 euros y con altísimas cuotas mensuales de entre 1.000 y 1.500 euros. Una barbaridad desde el punto de vista económico, financiero y social.

El sueño se convirtió en pesadilla a partir de agosto de 2007. La crisis de la hipotecas basura en EEUU fue el maremoto cuyo tsunami asociado comenzó a devastar España a lo largo de los meses subsiguientes, dejando al sector inmobiliario tan maltrecho como la central japonesa de Fukushima. La crisis se ha llevado por delante a multitud de empresas del sector, a miles de personas que han perdido su empleo en el ámbito de la construcción y, de camino, a una parte de la masa de hipotecados que han perdido su vivienda ante la imposibilidad de hacer frente a la hipoteca. Pero, ¿y los precios? Los constructores afirman que el ajuste ya se ha producido aunque el recorte haya sido selectivo: mientras algunas promociones de viviendas han podido reducir su valor hasta en un 40% otras no han rebajado ni un solo euro su precio.

La resistencia de los bancos a asumir pérdidas en sus balances ha sido una de las causas, aunque la reforma financiera del ministro De Guindos puede acelerar este proceso. Entidades como Barclays Capital, Aguirre Newman o Analistas Económicos de Andalucía ha resaltado en distintos momentos la necesidad de aplicar una rebaja adicional de entre el 10% y el 18% para acabar con el sobreprecio heredado del boom inmobiliario. Quizá las ventas no vuelvan de inmediato pero al menos se volvería a un racional punto de partida acabando con la resaca de una juerga que se nos fue de las manos.