Supongo que ya lo sabrán, España es un país muy raro. El follón que se ha montado con la fractura del Rey en Botsuana lo ha confirmado. Porque, vamos a ver, todo el mundo sabía que el Borbón siempre ha gustado de ir de cacerías, pero resulta que ahora la cosa es grave, motivo abdicador. ¿Por qué? Como siempre en España, por el gesto, por el detalle: esta vez ha salido publicada una foto del monarca con un elefante muerto. Eso es. Ya está. Por eso también resulta que la organización ecologista WWF podría retirarle la presidencia de honor; una organización que, no sé cómo, nunca se enteró, o no quiso hacerlo, de que el Rey es un gran aficionado a los toros. Pero, claro, como nunca se ha hecho una foto ante un burel derribado y ensangrentado, pues se habrán hecho los suecos.

Pero la cosa se hace aún más abracadabrante. Cuando media España, algunos de los que estaban callados y otros de los que a la primera de cambio se definían como «no monárquicos, sino juancarlistas», aprovecharon la cuestión para poco menos que pedir una salida del trono del soberano, ahora va éste, pide disculpas y parece que hasta ha terminado fortalecido del affaire africano. Titulares al vuelo: La humildad de un rey, El valor de la monarquía... Así somos de tremendos y malos en España: nos gusta ver cómo la autoridad, un ser en puestos más altos que nosotros en el organigrama de un país, hinca la rodilla y se dirige a nosotros con supuesta modestia. Eso nos hace sentir bien, nos hace sentir importantes, nos hace sentir como que somos nosotros los que mandamos. Pero no mandamos. En absoluto.

Disculpas. Pero, ¿por qué ha pedido disculpas el monarca? ¿Por cazar animales? ¿Por irse de viaje deluxe cuando hace unos meses pedía a los españoles que nos sacrificáramos para sacar adelante el país? ¿Qué es lo que no volverá a ocurrir? ¿No hará nada de lo dicho o no lo hará sin comentárselo previa y exhaustivamente al Gobierno de turno? Por cierto, la reina Sofía también estaba de viaje, en Grecia, y nadie se ha hecho preguntas. ¿Ese viaje lo pagaba con su dinero, con el nuestro? ¿Por qué estaba allí, qué hacía allí? Da igual. Nadie se hace ninguna de esas preguntas. La factura de la fractura ya es tema pasado. Once palabras de perdón lo borraron como el más eficaz de los tippex.

El Rey ha salido airoso una vez más del envite porque, sin duda, conoce a los españoles a la perfección y sabe qué darles, tiene muy presente que somos un pueblo de exaltados a los que se nos arranca la moto pero que, en realidad, ésta no tiene gasolina. Aquí sólo importan los gestos, los detalles, nunca el fondo de las cosas; sólo la forma, eso es lo que cuenta. Y en eso la monarquía sigue siendo maestra. España es un país muy raro y sólo don Juan Carlos parece comprenderlo. Así que, qué le voy a decir, señor... Mi más sincera enhorabuena, por supuesto.