Empiezo a pensar que conlleva un mensaje oculto el hecho de que The Pelayos (la película que cuenta cómo una familia andaluza avezada en aritmética hace saltar la banca en los casinos de medio mundo) estrene esta noche la Sección Oficial del 15 Festival de Málaga. Mientras la prima de riesgo seguía sin bajarse del burro de los «cuatrocien» puntos básicos -un auténtico dislate por el que ya habrían rescatado al antiguo Egipto si los faraones, aquellos que lo pagaban todo de perfil, se hubiesen manejado en euros-, ahora nos vienen a decir los mercados financieros que el problema vuelven a ser los bancos. Los nuestros, en concreto. Y ya se sabe, exista o no el problema si los mercados lo advierten el problema ya existe…

Con sin perdón. Ajenos a esta convulsión permanente de titulares hacia arriba y hacia abajo, acompañados de sus primas o no, no parecían correr el más mínimo riesgo quienes se sentaron en esas butacas hinchables al final de calle Larios ayer de mañana, con las gafitas 3D puestas que repartía una espumosa firma que patrocina el festival malagueño. La imagen tenía su gracia y servía para poner una sonrisa anaranjada al recuerdo del impactante rostro entristecido y cansado del Rey el miércoles, 18 de abril, el día en el que un cargo público pidió perdón en España. Un país donde un etarra con una camiseta de la selección argentina, en un alarde de humor abertzale, supongo, se ciscaba así en la patria opresora tras la expropiación de la presidenta Kirschner de YPF a Repsol, mientras una mujer narraba cómo le habían matado al amor de su vida los terroristas, esos personajes empeñados en ganar un festival del humor en cada vista judicial…

No hay dinero. Casi sin solución de continuidad, desde Bogotá, el presidente Rajoy, vestido como un niño el día de su graduación para los no iniciados en las batas y birretes honoris causa, parecía repetir la lección ante el atril, que se resumía en esta frase: «No hay dinero para pagar los servicios públicos». Y aunque esta semana no ha llovido apenas, en este país caían tijeras del cielo ejecutor -o Ejecutivo- para recortar del presupuesto miles de millones. Recortes en zonas tan sensibles para salir adelante siendo el país que este país quería ser como la sanidad o la educación, ya casi en pie guerra por mor de la lógica y el azuzamiento de la confrontación política habitual.

Contra natura. En Málaga, casi como si nada pasara, el presidente de Iberia, junto a otros responsables de compañías aéreas, se reunía con empresarios en el teatro Echegaray de la mano del Málaga Valley. Jamás el Echegaray hubiera imaginado tanta pomada tecnológica del sector del transporte aéreo. Pero la realidad del low cost ya ha puesto en huelga la actividad aeroportuaria dos días a la semana. Y la oposición municipal no hizo acto de presencia en el encuentro. La izquierda malagueña está en desconfiar de lo que ven como costoso humo de colores que dibuja el nombre de Málaga junto al «valley» de las nuevas tecnologías, pero poco más. De la misma manera que desconfió siempre del no museo de las gemas, que ya tiene su informe del Consejo Consultivo Andaluz, cuyas conclusiones no son vinculantes pero sí determinantes. Y de ese informe no sale vivo ni el ayuntamiento malagueño en el asunto de Art Natura, ni la promotora privada de lo que al final ha sido una cara fantasmada. Por un lado el Ayuntamiento tardó en la obra, pero por otro ello no excusa que la empresa deba devolver los millones pagados en concepto de canon durante estos años.

Citrinazo. Ha hecho bien el alcalde en aceptar que con la experiencia de lo vivido quizá ahora se harían las cosas mejor, pero las cosas ya están hechas. Y lo de Art Natura no hay quien lo trague. Otro litigio más para la ciudad, la devolución de los edificios de Tabacalera restaurados. Un citrino en plena frente municipal. Y toma mazazo en plena clase media que aún trabaja y que pretenda matricular al hijo en la Universidad, ya que el desembolso por curso llegará a unos 500 euros más de lo que cuesta ahora. Quizá el lado menos malo de toda esta presión sea que la ley de Transparencia nos trate al fin como a ciudadanos, y no como a niños a quienes hay que esconder lo que se gastan sus gobernantes del dinero de la hucha que llenamos todos, incluida la Familia Real, incluso en sus viajes privados. A lo mejor así no hay tantas ganas de sillón público y se vuelve a fomentar la vocación de servicio que aporta culos mucho más inquietos y que suelen estar mucho menos tiempo sentados.

Harena. Una de esas vocaciones de servicio, aunque no en la política, es la de Jaume Sanllorente, periodista que optó por la cooperación al desarrollo según cuenta en su libro Sonrisas de Bombay. Sonrisas es también el nombre de la oenegé que fundó hace seis años en la India. Profesor en máster de Liderazgo y Desarrollo Personal, Jaume ha centrado su objetivo vital en el alivio de la pobreza. Escucharle hablar ayer en la cena benéfica organizada por la Fundación Harena, te hacía relativizar el riesgo de la prima y ver a quien tenías a tu lado como a una hermana. Es curioso cómo unas vacaciones primermundistas a Bombay te pueden hacer ver cómo van a cerrar un orfanato con 40 niños tercermundistas y, con sus miradas en tu mirada en la despedida, impulsarte a volver a la India para evitarlo. Y no es una película… Porque hoy es sábado.