El Gobierno español mete en cintura a las televisiones públicas con deliberada simetría en la presunción de objetivos. Las tres cadenas generalistas de TVE han sufrido ya un recorte de 200 millones de euros en el proyecto presupuestario de este año y en la mayoría reforzada del Parlamento que elegía a su responsable máximo. Ahora bastará la mayoría absoluta del PP para nombrarlo. Ambas medidas auguran la decadencia de una de las mejores televisiones estatales del mundo, evolucionada hasta el nivel de las más pluralistas.

A las autonómicas les imponen directa o indirectamente la rebaja presupuestaria sin intervenir en un procedimiento de designación de responsables que no exige mayorías cualificadas. TVE puede convertirse en el instrumento de propaganda unilateral que ya son las autonómicas. Pero todos seguiremos pagando la una y las otras aunque no nos sintamos representados por las respectivas mayorías de gobierno. Quedará liquidado el factor de compensación ofrecido por la apertura de la estatal frente al adoctrinamiento de casi todas las autonómicas, involución tanto más peligrosa cuanto menos incidente en los ajustes del déficit. Ganan la partida la presentación amañada del sacrificio social y las justificaciones «de parte». En definitiva, una operación de imagen política confrontada a la imagen de la verdad que ya nos escamoteaban las televisoras y las radios territoriales.

El estrago afecta fundamentalmente a la conciencia crítica, cuyo valor es indisociable de la vida en libertad, la cultura y el progreso. La formación de la opinión ciudadana metaboliza en gran medida los mensajes de los medios de masas y por ello es indispensable la posibilidad del contraste. Esta noción fue norma de TVE durante las últimas legislaturas, cuyos gobiernos sortearon con firmeza las presiones de muchos afines para instrumentalizarla a su servicio. Reprimir el pluralismo es mutilar la facultad de elegir entre las ideas y las opiniones que respetan la diferencia. Puede ocurrir que que esa facultad se oriente hacia las cadenas privadas, cuyo cinismo para aborregar a determinados sectores de audiencia en programas de entretenimiento cuestiona seriamente la salud informativa. TVE fue durante años el medio en que tuvieron pantalla todas las ideas, las tendencias y las concurrencias ideológicas. Habría que saber dónde está la alternativa si, como parece probable, va a ser regulada por servidores prácticamente designados a dedo por un solo partido.

Es unánime la percepción de que el bienestar español retrograda a niveles casi olvidados. Todo es recuperable a medio o largo plazo salvo la esclerosis más o menos generalizada del sentido crítico, cuyos paréntesis provocan generaciones perdidas y retrasos sin redención. La mayoría ganada en las urnas siempre es legítima, pero coartar el buen clima de la libertad y la diversidad del pensamiento es la más tóxica de las ilegimitidades.