Las bases de IU dieron luz verde para que la coalición de izquierdas entre en el futuro gobierno andaluz. Los «lepenistas» andaluces, en la rama más radical de la derecha conservadora, han llamado a la guerra para luchar para que los «socialcomunistas» sean desterrados a las tinieblas; nunca aceptarán que Griñán gobierne con el decidido apoyo de Valderas que junto con José Luis Centella han sido los muñidores de esta operación política que se sustanciará la semana que viene. A la derecha conservadora esto le está produciendo retortijones en la tripa mental y son tan escasos sus argumentos que se limitan al rosario de banalidades sobre el peligro de que gobiernen socialistas y comunistas. Los más modositos ya hablan de que los bolcheviques se instalarán en el palacio de San Telmo; menos mal que la llamada de que viene el lobo ya no funciona. El lobo tiene otra cara y esta sí es real: los «acojonorecortes» de Rajoy. El Gobierno del PP con su aplastante mayoría tiene acojonado al personal, a los que no le votaron y cada día más a quienes le dieron el voto. En sanidad y educación vamos a retrasar años, hasta los ochenta, cuando la asistencia sanitaria se convirtió en un derecho ciudadano. Ahora todo es distinto.

La ministra Mato, disléxica como su jefe Rajoy, es incapaz de entender lo que le dan por escrito quienes, en la sombra, preparan el vuelco general de la sanidad, echando a las clases medias en manos de las compañías aseguradoras, las verdaderas beneficiadas, y dejando la sanidad pública, con todos los recortes anunciados y los que están por venir, para los trabajadores, los pensionistas y los pobres. Lo mismo sucede en educación, con Wert, el ministro demoscópico o decimonónico, según lo miren, dispuesto a pasar a la historia como el ministro que desmontó el sistema educativo. Es triste llegar a ministro para eso. Que se lo digan, si no, a los miles de opositores andaluces que se quedarán sin oposiciones, con el drama social, económico y personal que ello representa. Recortes en becas, en investigación, menos profesores, más niños por aula. ¿A dónde vamos, señor ministro? Mejor se hubiera quedado en casa.

La situación va a más, con sobresaltos por venir. Ayer el PP aprobó con su rodillo parlamentario el presupuesto con un Cristóbal Montoro espasmódico, confuso y con el espejo retrovisor siempre como referencia. Y más grave aún: los problemas presentes y de futuro están residenciados en las comunidades autónomas, la mayoría gobernadas por el PP. Unos presupuestos alejados de la economía productiva y que no han merecido ni un solo apoyo del resto de los partidos. El PP se ha visto incapaz de consensuar los presupuestos, ni tan siquiera con los más afines, los catalanes de CIU y los vascos del PNV. Así no generamos confianza. Pero, como diría Jimena de Cospedal, quienes están equivocados son ustedes. Así nos va. Por eso el gobierno de izquierdas de Andalucía tendrá la obligación de decirle un día sí y otro también que se puede gobernar de otra manera y fijar claramente cuáles son las líneas rojas porque el PP no se va a detener en su marcha militar para demoler el estado del bienestar. De verdad que se pone la piel de gallina escuchando al investigador español sobre la malaria cuando afirma que los recortes significarán la muerte de miles de niños o que los inmigrantes que no coticen no tendrán derecho a la asistencia sanitaria y el copago para los más desfavorecidos.

Y en medio de todo este guirigay, con las bases de IU votando para estar o no en el futuro gobierno andaluz, la jueza Alaya se monta un circo que ha provocado que la extrema derecha mediática de este país la eleve a los altares del heroísmo, mientras que envía a prisión a Antonio Fernández. Alaya estuvo y sigue en la batalla política para loor y gloria de los acreditados voceros de la derecha. Queda por probar las acusaciones de la jueza sobre el exconsejero de la Junta, al que imputa seis delitos. Sí sorprende la prisión incondicional cuando se pasea libremente Jaume Matas, expresidente balear del PP y exministro de Aznar, que sí ha sido condenado. Varas de medir.