Merece la pena, esta semana más que nunca, recordar que Málaga es la ciudad de España que más fondos municipales destina a un festival de cine. Para que se hagan una idea, San Sebastián, la ciudad que organiza el certamen con mayor presupuesto de nuestro país (7.100.000 de euros), solo recibe de su ayuntamiento un millón. En cambio, el Festival de Málaga Cine Español percibió del consistorio 2,3 millones en 2011 y 2,1 millones este año. Lo crean o no, la mayor parte de este desembolso, nada menos que 1.190.000 euros, se destina a sueldos y salarios. Es decir, el festival en sí le cuesta a los malagueños unos 900.000 euros, el resto de la aportación es para los que lo trabajan. Y lo mejor de todo es que San Sebastián y Málaga cuentan con una plantilla de trabajadores fijos idéntica, siendo el presupuesto del primero tres veces superior. Les enumero toda esta maraña de números –nada atractiva, lo sé– porque creo que urge un cambio en la gerencia de esta cita que tantos recursos municipales consume de manera descontrolada. La falta de rigor en la administración del Festival de Málaga ha estado a punto de acabar con el certamen, algo que no debería tolerarse, y menos con la que está cayendo.

Puede que el actual director gerente del Festival, Carmelo Romero, sea un erudito en materia cinematográfica. Nadie pone en duda su amor a las películas ni que sepa enumerar de memoria y de principio a fin la filmografía de Martín Patino, pero como gestor no posee habilidad alguna. Romero percibe más de 63.000 euros anuales para administrar los recursos del Festival, pero su poco acierto con las reglas básicas de contabilidad –el activo, el pasivo y esas cosas– obligó al ayuntamiento malagueño a salir al rescate de las cuentas festivaleras el pasado año con una inyección de más de 1,7 millones. Ahora Romero dice sentirse liberado, como dando a entender que el agujero que a punto estuvo de acabar con todo fuese cosa de otro –esa cosa tan española de apuntar a un tercero cuando se buscan responsabilidades–. Paco León tiene aquí sustancia para una segunda película como director.

Por su parte, el periodista de lo inaudito Íker Jiménez asegura haber encontrado en el Festival de Málaga contenidos suficientes para dos temporadas más de su programa Cuarto Milenio. En próximas entregas recoge el testimonio de un grupo de ciudadanos que aseguran haber asistido a un hecho paranormal y sin precedentes. Según cuentan los testigos, una persona vinculada al certamen se descolgó la acreditación del cuello nada más abandonar el Teatro Cervantes. El individuo, no identificado, osó pasearse por calle Larios sin la identificación. Hay quien dice incluso haberlo visto en una terraza sentado como un ciudadano normal y corriente. El citado programa desplazará un equipo de audio para captar las posibles cacofonías que puedan haber quedado pegadas en las paredes de la sala 3 del Albéniz, donde fue avistado por última vez el ya conocido como el hombre sin escapulario rojo.