Errar es «no acertar». Errar es, también, «faltar, no cumplir con lo que se debe». Y además, errar es «andar vagando de una parte a otra». Las tres acepciones, las tres, las está cumpliendo a la vez y con contumacia el Ayuntamiento de Málaga en sus proyectos culturales «estrella», esos que vendieron a bombo y platillo, siempre, por supuesto, antes de cazar el oso.

Da bastante pena ver cómo, sin sonrojo de ningún tipo, declaran los responsables de la cosa que, a día de hoy, no tienen ningún proyecto concreto ni para Tabacalera ni para el antiguo Astoria, y que de momento están esperando a ver si a alguien se le ocurre algo y llenan aquello con lo que sea, cursillos, bailes regionales y toda esa sarta de pequeñeces de salón parroquial. Se vino abajo aquello tan absurdo del museo de gemas y de pronto lo único que brilló en Tabacalera fue el vacío «del mundo en la oquedad de su cabeza», que hubiera dicho Machado. Y ahora, millones de inversión después, nadie parece saber a qué destinar el edificio, que no obstante fue remodelado pensándolo como museo.

Málaga merecería un modelo cultural más sólido, mejor planificado, estructurado sobre una idea concreta y meditada. Pero, en lugar de eso, parecería que se mueve a rachas, según sople el viento, con ese «andar vagando de una parte a otra» que sólo puede traer confusión y equívoco, ese que propicia que un día se anuncie una franquicia del Museo del Prado con la que nadie contaba (y que se ha diluido como la bruma) y otro día se reconozca que no tienen ni idea de qué hacer con Tabacalera y con el Astoria, aunque quizás la mejor opción para el antiguo cine sería demolerlo y abrir la plaza por completo, como fue siempre y como nunca debió dejar de ser, y ganar espacio abierto para un centro histórico que carece de ellos.

Cuando yo era un periodista novato (quizás sigo siéndolo veinticinco años después) anduve un día por el rebalaje haciendo un reportaje (perdonen el insolente pareado). Había un viejo pescador cosiendo redes (algo que, ya entonces, apenas se hacía) y la curiosidad me llevó a sentarme a charlar con él un rato. En un momento de la conversación me dijo algo que no he olvidado: «Cuando no se sabe el rumbo todos los vientos son malos». Y tengo la sensación de que algo así ocurre con el diseño de la política cultural del Ayuntamiento de Málaga, que no tiene muy claro el rumbo, y por eso, como aquellos argentinos de la grandiosa película de José Luis Cuerda Amanece que no es poco, «unos días huelen a lomo de ángel y otros van en bici».