Todo lo que empieza tiene que tener un final. Hugh Laurie cuelga este lunes su bata de doctor House y deja atrás ocho años de diagnósticos de lupus, sarcoidosis y enfermedad de Addison, ocho temporadas cargadas de sarcasmo y amoríos delante y detrás de la cámara (acuérdense de que Jesse Spencer y Jennifer Morrison estuvieron a punto de darse el sí quiero). House se despide para siempre. Al igual que las excéntricas y desesperadas amas de casa de Wisteria Lane, que también llegaron a la pequeña pantalla en el 2004 y que ya graban el último episodio de Mujeres desesperadas. Ya no habrá más Bree Van De Kamp, ni Lynette ni Gabrielle, ni la petarda de Susan Delfino. Y pese a que en algún momento estuve enganchada a ambas series televisivas, ahora digo: por fin. Aunque queda una pregunta pendiente: ¿serán los guionistas capaces de darle un final satisfactorio a ambas series o explotarán el globo como hicieron en Perdidos? Probablemente el final no satisfaga. No habrá final que contente a los seguidores porque ya el hecho de que tenga que haber un final es un trago amargo. Amargo bien porque haya el deseo de que continúen ambas series o porque tenga que haber un final debido a la bajada de audiencia y calidad de la serie. Ahí tenemos el ejemplo perfecto en Heroes, que se hizo insosteniblemente aburrida. Vaya lástima. Les deseo suerte a los seguidores de House y Mujeres desesperadas. Por cierto, no se acaba el mundo (los foros de internet están que arden con el fin de ambas), hay todavía un gran catálogo de series a las que engancharse.

Mientras, las demás sitcoms y series estadounidenses cierran para el verano. Las seguidas The Big Bang Theory y Cómo conocí a vuestra madre ya han emitido sus finales de temporada, al igual que Glee, Castle y Once Upon a Time, por mencionar algunas. Y ahora viene la época de reposiciones televisivas. Una y otra vez, hasta la saciedad. Hasta septiembre, porque no hay productor que se le ocurra preparar algo para el largo verano televisivo. No será rentable, supongo. Más rentable es bombardear nuestras retinas con imágenes ya vistas e historias ya escuchadas. Pero gracias a Dios que vivimos en Málaga, donde el buen tiempo nos invitará a salir a la playa o a la piscina a que nos dé el sol, y ahí montaremos nuestra propia serie basada en hechos reales: Kinkilandia a la orilla del Mediterráneo podría ser el título de uno de los episodios. A eso, súmenle la actualidad: exalcalde detenido por blanquear dinero del clan de mafia Kremliovskaya sale de la cárcel después de haber reunido en un día 200.000 euros en donaciones anónimas. Je. Es «curioso» cómo la gente es capaz de dar dinero con la que está cayendo a un imputado pero no suelta un duro por salvar la vida a Abraham, ese malagueño que padece la enfermedad del niño de Lorenzo´s Oil y que lleva más de un año intentando reunir 700.000 euros. Esto es Málaga, entrando el verano de 2012...