Adelaida de la Calle, armada con la palabra y la razón, alzó su voz como una moderna Agustina de Aragón para censurar al ministro José Ignacio Wert en su poda sistemática y por decreto de la financiación del sistema público universitario. Pancarta en mano, la rectora de la Universidad de Málaga y de todos los rectores españoles lanzó un mensaje tan simple como contundente: «No tengan dudas de que la voz de esta rectora no será sumisa, sino que protestará contra los que cuestionan y ponen en peligro el sistema público». Lo dijo a pie de calle, donde se sufren de primera mano la oleada de ajustes que asola a España y que hace que los ciudadanos tengan cierto temor al consejo de ministros de cada viernes.

De la Calle daba de esta forma un paso cualitativo en defensa de la calidad y de la excelencia universitaria pública debido a la enmienda a la totalidad presentada de forma unilateral por el ministro Wert, que no tuvo la decencia política de sentarse a negociar con los rectores antes de lanzar semejante órdago. Una vez más, los interlocutores se enteraron a través de los medios de comunicación o del BOE de medidas vitales adoptadas por un Gobierno que usa sin reparos la vía del decreto para solucionar los males de este país y sin ceder ningún espacio a la negociación. No es de extrañar, por tanto, que las calles se conviertan en un foro de protestas, de indignación y de rebeldía.

El titular de Educación no conoce bien a Adelaida de la Calle, que asume con fuerza la presidencia de la CRUE para defender la educación pública y el sistema universitario. Y lo hace sin perder de vista que el actual contexto económico exige medidas de ajuste y austeridad, pero no imposiciones de alguien ajeno al mundo académico que parece desconocer la realidad más allá de los sesudos informes que su gabinete le haya preparado. Wert perderá su órdago. La rectora es una consumada maestra de mus y su insumisión no es ningún farol como se comprobó el pasado miércoles cuando lideró un plante sin precedentes de todos los rectores al titular de Educación durante la falsa reunión ordinaria del Consejo de Universidades.

Se suponía que la convocatoria era para negociar o, al menos, para escuchar las reivindicaciones de la comunidad universitaria sobre el decreto de abril de medidas urgentes de racionalización del gasto público en el que se regulan las tasas y precios públicos de los estudios universitarios, la dedicación del profesorado y la gestión económica de las universidades. Hay muchas dudas sobre el reglamento que desarrollará el real decreto y los rectores querían trasladar sus inquietudes. Pero el ministro de la falsa sonrisa citó a los rectores para buscar sólo una fotografía con muchos birretes y no para sentar bases de una negociación. Incluso, en una demostración altiva de su cargo, llegó a manifestar que los rectores no habían estado a la altura de las circunstancias e incluso desde el PP se les acusó de ser marionetas de Pérez Rubalcaba. Es de un gran simplismo pensar que entre los más de 70 representantes de las universidades públicas y privadas todos sean afines a los partidos de la oposición. Wert no entendió que el que no estuvo a la altura de las circunstancias fue él, pues en el otro lado de la mesa tenía tanto talento junto que con sus currículum podría empapelar el maravilloso despacho donde inculca su mala educación.

Ha sido tal el desaguisado de Wert, que Moncloa intervino el jueves y urgió al ministro a que rectificara y tendiera un puente con los rectores, citándolos de nuevo para el próximo viernes. Con los alumnos y los profesores en las calles, a Mariano Rajoy sólo le falta que los rectores se lancen también a las barricadas, si no lo están ya, por las alturas de miras del ministro peor valorado de su ejecutivo.

Urge una negociación. Hay mucho de lo que hablar y discutir, pues no corren tiempos para la imposición. Sin embargo, el Gobierno vuelve a hacer gala de precipitación, de falta de rigor y una cierta ausencia de sensibilidad social. Es cierto, como mantiene Wert, que hay margen de maniobra para ajustar el sistema de tasas para que los repetidores no consuman tan alegremente tanto recurso público o que se incrementen las horas de docencia a menos que el profesor demuestre su labor investigadora para diferenciar entre quien investiga y quien no...

Lo injusto es que estas medidas vienen acompañas por unos severos ajustes en el sistema de becas que pueden dejar a numerosos alumnos sin recursos económicos fuera de la educación superior y fomentar así la desigualdad de oportunidades. Habría que pensar medidas no tan dañinas, que preserven determinados objetivos de equidad y calidad del sistema, pues un incremento de tasas sin un aumento de becas o préstamos en buenas condiciones hará el sistema menos equitativo con el riesgo de dejar fuera del sistema a «talentos pobres» y permitir que los «ricos tontos» puedan acabar su carrera.

Pero, además, el ministro Wert puso en solfa todo el sistema universitario español bajo la premisa de que en España existe un claro desajuste entre recursos públicos empleados y resultados obtenidos en docencia, investigación y transferencia del conocimiento. Unas afirmaciones que los rectores no comparten, pues consideran que los resultados son proporcionalmente muy superiores al esfuerzo público realizado. Aportaron datos que explican que en docencia el 79% de los estudiantes que inician sus estudios, finalizan con un título universitario, siendo la media en la OCDE del 70%. Además, sostienen, que en los últimos años se ha producido una clara mejoría del rendimiento académico, a raíz de la integración en el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), y a pesar de haber realizado la adaptación con un esfuerzo inversor claramente inferior al de otros países.

Tampoco aceptan las críticas de que las universidades sean casi una fábrica de parados o que exista una nula labor de investigación y transferencia de conocimiento que emanan de estos centros académicos. Seguramente estos resultados serían mejorables, pero España sólo invierte en I+D+i un 1,39% de su PIB, muy lejos del 2,3% que es la media de la OCDE. Y difícilmente se podrá mejorar en patentes, investigaciones, en publicaciones científicas..., si los ajustes se ceban también con los presupuestos de I+D+i o se renuncia a financiar los campus de excelencia como el Andalucía Tech.

Los rectores sólo piden que se les escuchen y les den una oportunidad para demostrar que las universidades son uno de los pilares básicos para afrontar los grandes retos del futuro, incluido superar la grave crisis económica, pues es esta la institución donde se genera, transmite y aplica el conocimiento. Y es cierto es que los centros universitarios deberán cambiar, entrar en la senda de la austeridad y discutir no ya el número de universidades sino evitar las duplicidades, pues hay más de 200 carreras que cuentan con menos de 30 alumnos en el primer curso, etc.

Pero recortar en educación, en universidades y en investigación y ciencia debería ser una de las últimas cosas que hiciera un país, porque afecta a la calidad de su sociedad y, en definitiva, a su futuro. Es de manual. Nadie en su sano juicio discute que la educación es la que permite cambiar el modelo productivo y afrontar el futuro con mejores perspectivas. Y si hay que cambiar pautas o retocar el sistema para aplicar medidas de austeridad, éstas se deben adoptar de forma bilateral que para eso vivimos en una democracia.