Esta crisis está revolucionando hasta el diccionario. No es sólo que los eufemismos ganen terreno, sino que hay palabras que incluso han mutado su significado. Estamos acostumbrados ya a traducir a diario términos como copago, austeridad o devaluación de los salarios en algo tan simple como que ganamos cada vez menos pero pagamos y debemos cada vez más. Pero, además, esta semana la constante amenaza del rescate a España ha saturado oídos y mentes con una palabra que antes sonaba a fin de la pesadilla, fuera la que fuera, y ahora es la peor de las amenazas para un futuro aún más negro. Rescate.

Un término maldito transformado por culpa también de especuladores, banqueros y políticos que negaron la mayor cuando la crisis se venía encima igual que ahora desmienten una y otra vez que el rescate sea inminente. Sólo sabemos que nadie sabe cómo resucitar una economía que agoniza y que el rescate no sería una medicina milagrosa, sino un tratamiento de shock que dejaría al enfermo peor aún aunque con una mínima esperanza de lentísima recuperación.

Un panorama global más negro que el carbón y muy distinto del azul que hace un año simbolizó el rescate para un pequeño pueblo malagueño. Y es que aún quedan reductos donde las palabras siguen teniendo su significado original. En Júzcar, un ejército de pequeños seres azules rescató a sus 250 habitantes. Azotados por una crisis general y los habituales problemas de un municipio pequeño, alejado de los grandes núcleos y con pocos recursos propios más allá de los naturales, Júzcar ha vivido una auténtica resurrección. Un rescate como el que muchos querríamos ahora frente al que vaticinan ya no sólo los agoreros. Aunque viniera de manos de una multinacional americana en plan Mister Marshall.

En realidad, Sony Pictures plantó la semilla pero son los habitantes de Júzcar los que durante todo el año han mantenido el espíritu pitufo atrayendo a nada más y nada menos que 130.000 visitantes. Más que la Casa Natal del inmortal y turístico Picasso en Málaga. Una pizca de surrealismo en el corazón del Valle del Genal. Una idea descabellada sobre el papel pero que ha devuelto la vida a todo un pueblo por el módico precio de unos cuantos botes de pintura azul. Se han abierto pequeñas tiendas, una pizzería y por supuesto una sucursal bancaria, el mejor signo de un lugar en el que el dinero vuelve a circular. La reactivación de una microeconomía en medio de un desierto nacional en el que el sistema financiero agoniza.

Es el secreto que realmente está atrayendo a miles de visitantes. Los seres azules que observan desde las paredes de las casas encaladas de azul son meros testigos, pero no los protagonistas. Tampoco el mercapitufo o los pitufomenús que se sirven en los bares son el verdadero atractivo. Creyentes, agnósticos y conversos de la cultura azul, bajan de los autobuses que llegan a pares y se adentran en Júzcar buscando el milagro. Quieren tocar con sus manos y ver con sus ojos que hay un lugar en el mundo donde, en plena crisis, se crea empleo, se compra y se vende. Los juzcareños han sido rescatados. Por una multinacional, por unos seres azules y por su propia iniciativa. No es una fórmula que se pueda exportar, pero anima y hace desear que el significado del término rescate no hubiera cambiado.