La apuesta cultural del Ayuntamiento está en una encrucijada extraña. Si hace una década apenas había oferta cultural sólida en la ciudad, ahora nos encontramos en que hay oferta cultural excedente. Al menos en potencia. El Ayuntamiento cuenta con tres grandes espacios culturales por llenar en la ciudad, que puede que se amplíen más en los próximos años con la esperada entrega a la ciudad de las dependencias universitarias utilizadas en El Ejido. Pero eso son problemas futuros. Los actuales se centran en darle uso a Tabacalera, la esquina del puerto y el Astoria. Los dos primeros parecen que van más encauzados, aunque llevamos meses escuchando que hay demanda para ocuparlos y que no hay problemas, pero todavía no se conoce un destino claro.

El antiguo cine Astoria parecía, a principio de año, el que tenía un objetivo más definido. Sin embargo, se ha truncado conforme avanzaba el año hasta el punto de que el propio Damián Caneda, quizá llevado por la desesperación por no tener presupuesto ni oferta que le convenciera, propuso convertirlo en un solar. Un problema menos.

Si todo fuera así de fácil, tendríamos un montón de solares en la ciudad. Quizá por eso, el alcalde salió pronto a negar esta posibilidad. Tras gastarse 20 millones de euros, poner un parque allí y ampliar la plaza de la Merced sería un derroche enorme. Aunque quizá podríamos vender turísticamente que tenemos el parquecito más caro del mundo y una de las plazas más deslabazadas, con el obelisco de Torrijos marcando el centro de un lateral. Un sinsentido, vamos.

La crisis es época de oportunidad. De pensar y diseñar el futuro. El problema es que parece que en Málaga tenemos una enorme afición por discutir sin llegar a una solución. No necesitamos, ni podemos, plantear una inversión millonaria para construir un nuevo edificio cultural donde estaba el cine Astoria, pero sí se pueden plantear soluciones imaginativas que den un uso a esa especie de agujero negro que se ha quedado en la plaza de la Merced. Es el momento de que el Ayuntamiento renuncie a cobrar un canon por el uso del edificio si a cambio obtenemos una rehabilitación que lleve actividad cultural a ese punto.

Sea lo que sea, ni derribar el edificio ni dejarlo como está son opciones lógicas para una inversión hecha de 20 millones de euros. Es mucho dinero para que ahora se esté deshaciendo día a día ante los ojos de miles de turistas y malagueños, que ven cómo la apuesta cultural y turística de Málaga queda empañada por esta mala imagen.