La Consejería de Obras Públicas no es amiga de compartir su información con los ciudadanos de Málaga. Se comporta como si fuera suya y no de quienes la sufragan con sus impuestos. Los datos sobre la salud del metro de esta ciudad están guardados bajo llave. Desde que las dificultades económicas empezaron a influir en el desarrollo de la obra hay levantada sobre ella un muro de opacidad. Responder sobre el destino de la mayor obra de la ciudad parece que resulta un engorro. No hay más que ver cuál fue ayer la implicación de la nueva consejera de Fomento, Elena Cortés, en su comparecencia parlamentaria con lo que ya es una demanda social de primer orden en Málaga. Se despachó con un lacónico «veremos cómo acabamos el metro». Insuficiente y desdeñoso.

Ha sido legendaria la descoordinación entre los responsables de la Administración autonómica en Málaga y Sevilla, hasta el punto de que sus representantes en la provincia han contribuido varias veces, sin pretenderlo, al enredo político con el Ayuntamiento por falta de información fiable. Y ha sido penoso el nivel de explicaciones e indecisiones ofrecido en el tiempo desde la propia Consejería, que un día decía una cosa para desmentirla al día siguiente. Un botón de muestra es que a finales del año pasado decidió acelerar el tramo bajo la Alameda Principal y después de las elecciones autonómicas el consejo de Gobierno de la Junta frenó el concurso para su construcción.

Un argumento, más bien pobre, que me han repetido en varias ocasiones para justificar esa indómita falta de transparencia reside en el temor que sobrevuela entre los responsables del metro a los interminables y cargantes debates que alimenta el alcalde de Málaga. No faltan ejemplos: tuneladora o muro pantalla, las enrevesadas y nunca satisfactorias reordenaciones del tráfico, la perra que cogió con la prolongación del cercanías hasta la Marina por el túnel del metro o el empeño en que el Ayuntamiento de Sevilla pagó menos por su metro que el de Málaga por el suyo. Casi siempre se ha salido con la suya, si bien estos empecinamientos se han saldado con retrasos en la obra. Hay que decir, no obstante, que De la Torre es uno de los principales afectados por el secretismo y los titubeos de Obras Públicas, un departamento que nunca ha tenido entre sus prioridades ponerle al día sobre la situación del suburbano. No parece, sin embargo, que un alcalde chinchorrero sea motivo suficiente para justificar el dique puesto a la información desde la Junta, que se toma como una intromisión las demandas de una respuesta a la viabilidad y consecución del proyecto en el que ya se han invertido cerca de 500 millones de euros.

Un inversión que tiene la desgracia de que no es muy visible, obviamente, para el malagueño como no sea por las molestias que arrastran las obras de un proyecto tan complejo, que por otra parte ya está ejecutado casi al 80%. Bajo la piel de Málaga hay otra ciudad con túneles kilométricos y estaciones impresionantes, una infraestructura colosal en la que desde hace más de dos años se vienen realizando pruebas de circulación de las máquinas. Y casi cuando está a punto de cruzar la meta llegan las dudas. Escasea el dinero y la maquinaria administrativa regional no tiene prisa, está anestesiada. Aún no han sido nombrados los directores generales de las consejerías, que son los que toman las decisiones del día a día y los delegados de cada provincia tendrán que esperar convenientemente a que el hormiguero del PSOE solvente sus cuitas en los congresos provinciales, un asunto de un interés y provecho más que dudoso para el ciudadano de a pie, por no decir que le importa un pito.