El flamante vicepresidente andaluz, Diego Valderas, en un foro económico en Sevilla, ha puesto a Rajoy a caldo. Es la marca de la casa, izquierda versus derecha, la dialéctica habitual. Pero el gran socavón que le separa de otro partido, esa maldita pared, que diría Bambino, que separa tu vida y la mía, no tiene dos pes en sus siglas, como el PP, sino dos es. El socavón se llama ERE, y tras el último informe de la Guardia Civil, que afirma que Griñán tenía que conocer la anomalía del procedimiento y los reparos administrativos, se ha vuelto casi un precipicio.

Destacados políticos socialistas y en ocasiones la misma Junta de Andalucía han censurado, tácita o expresamente, el sumario de los expedientes de regulación de empleo fraudulentos, incluida aquella alusión tan poco elegante de Alfonso Guerra contra la jueza Alaya.

Últimamente, la manera de entrar al trapo en el caso del nuevo consejero de Justicia e Interior, el fiscal Emilio de Llera, no ha hecho más que abundar en la torpeza o ilegitimidad comunicativa del Gobierno andaluz, según la intención de quien lo juzgue, llegando al error en este caso de poner en duda en su propia boca la encarcelación del exconsejero de Empleo, o aludiendo casposamente a lo guapa que está la jueza Alaya a pesar del trabajo que le está dando el caso. Con todo, las declaraciones que probablemente han venido a retar la obligada paciencia de Izquierda Unida como socio en el Gobierno andaluz han sido las de la consejera de la Presidencia, Susana Díaz, que ha venido a decir poco más o menos que la Guardia Civil hace un casus belli contra la Junta de Andalucía con su investigación.

Para colmo, la nueva consejera de Fomento, Elena Cortés, también de Izquierda Unida, busca desesperadamente al menos los 19 millones que no encuentra para que el metro no se pare en Málaga, junto a otras partidas de proyectos sensibles en otras ciudades andaluzas, en las mermadas arcas públicas que ahora maneja (aunque esa merma también será responsabilidad de Rajoy y éste a su vez dirá que de Zapatero, y así). Con ese panorama, Valderas ha tratado de desviar las cacerías políticas contra la Junta, o que denuncia la Junta, a las cacerías del Rey. Este tipo de comentarios pretenden epatar con las bases de su partido, pero no sosiegan la exigencia de quienes votaron a IU, entre otras cosas, para que desde la izquierda se limpiaran las presuntas inercias fraudulentas de más de treinta años de un mismo partido gobernando la Junta. Sólo lo empeoraría que la tardía comisión de investigación se cerrara en falso.

Gobernar no es fácil. En el Gobierno ni Gallardón parece ya el guay del PP, ni Wert maneja ya la elegante esgrima que tenía como tertuliano, por ejemplo. Valderas está ante su ser o no ser. O, como le diría alguien con fonética andaluza: «¿Ere o no ere Valderas?»