En su acepción genuina la política del ventilador se ha aplicado a casos de corrupción, pero aquí se habla de otra cosa. Si los auditores externos de la banca española ponen el listón muy alto –o sea, la cuchilla de cortar césped muy baja– España debería poner en marcha el ventilador, y pedir que el análisis, con iguales criterios, se extendiera a toda la banca europea. La pésima gestión del caso Bankia, la voladura del Banco de España y la mala idea de pedir opinión a quien nunca se querrá responsabilizar de quedarse corto, han llevado a que los activos tóxicos pueden multiplicarse por el simple y remoto temor a que lo sean, olvidando que en el fondo todo crédito es siempre un posible fallido, y no por eso hay que cubrirlo. De aquí a tres semanas el ministro Guindos se la juega. Lo malo es que también se la juega España; y en el campeonato de Bruselas, no sólo ya en el de Polonia.