Dice Carlos Dívar que sus gastos están justificados y son una miseria, y que no se le pasa por la cabeza dimitir ya que supondría reconocer que tenía una culpabilidad, cuando no es así. Vamos, que es más inocente que San Nicolás y por ello, por no manchar su pulcro nombre, de asistir voluntario al Parlamento para explicar el por qué de sus supuestas juergas, nada de nada. Él, santo varón, opta por ser prudente y esperar.

La prudencia la marca su silencio. No ha dicho si va a aguardar los acontecimientos en su casa, o decidirá gastarse una miseria más del dinero público esperando paciente, mojito en mano, durante una pila más de fines de semana a todo tren en la Costa del Sol. A tal respecto, mira que he buscado dónde se recoge que con el cargo va incorporado el chaveo indiscriminado de la pasta ajena, y no lo he encontrado por ningún lado. Igual es que no sé ya leer.

Lo de este señor es una prueba de que, en esta España de pandereta, donde el golfo es capitán general y nadie tiene arrestos de degradarle a letrinas, cuando más arriba nos colocamos los parias a buscar, más fulero es el poderoso que encontramos y más inmune a la acción de la Ley se siente el caradura que nos recibe.

Un apunte para terminar. Con las miserias que se ha pulido el señor Dívar en la veintena de festivales que se ha dado, alguno que otro comería todo el año. Que cada uno piense lo que quiera, pero éste a mí también me sobra.

Carlos Dívar, santo varónTomás Salinas GarcíaMálaga

Hay que apreciar en su justa término la valentía de Esperanza Aguirre, que nos anuncia un paquete de medidas destinadas a ahorrar. Como muy positivas la bajada de los sueldos de los jefes un 10%, y la de un 3% para los funcionarios a cambio de no echar a los interinos. Magnífico que no se dé ni un duro más a partidos políticos, sindicatos y patronal, no solo este año, sino para siempre. Que los sindicatos paguen sus locales, que se recorte el presupuesto para una Justicia gratuita imposible de mantener como hasta ahora por el abuso. Pero hay otras no tan positivas, como es suprimir subvenciones a guarderías, necesitamos perentoriamente relevo generacional, y esto lo desincentiva, y cobrar por las autovías como si fueran autopistas de peaje. Y me gustaría preguntarle a la sra. presidenta ¿porqué jamás ningún político habla de retirar las tarjetas Visa Oro que por miles circulan por nuestros templos de la gastronomía a costa de los que tenemos que contentarnos con ir de tarde en tarde a un chino? ¿Por qué no se retiran los teléfonos móviles que por miles estamos pagando todos? Sra. Aguirre, usted es valiente, atrévase en la situación que padecemos ni siquiera los chocolates del loro son admisibles.

Esperanza, aciertos y equivocacionesGloria Calvar Landín.Málaga